Debería decirse “agua de cenote”, porque la noción proviene de los mayas de la antigüedad. Los mayas pensaban que al tomar agua del cenote de un pueblo ya pertenecían a esa población. La razón puede ser comprensible: de alguna manera el agua de un cenote contiene las bacterias propias de la zona y quien ingiere el agua no posee los anticuerpos para enfrentarla y podía sufrir graves enfermedades. Pero en caso que no le hiciera daño alguno llevaba un mensaje: pertenecía ya a ese pueblo. Bien cierto es que también se podían generar los anticuerpos y así lograr la pertenencia. Los cenotes son como los yucatecos : misteriosos.  Todos los cenotes están conectados y podemos decir que vivimos sobre uno enorme. Hay pocas dudas: el impacto del meteorito produjo la constelación de cenotes en nuestros pueblos. Quizás así somos los yucatecos : todos estamos conectados bajo la tierra. Lo cierto es que a pesar de esta condición cada cenote tiene sus bacterias.  Cuando el lío del agua potable en el siglo pasado el presidente Díaz Ordaz sentenció: “que los yucatecos sigan tomando ese caldo de microbios”. Pero debemos a un hombre excepcional el advenimiento del agua potable: el Dr. Pedro Solís Aznar, gracias a sus empecinamiento hoy algunos niños tienen tallas superiores. Si alguien no toma agua de pozo en Yucatán nunca pertenecerá a este pueblo. Ese es el significado de “tomar agua de pozo”.