Por Gonzalo Navarrete Muñoz

Horas felices de mi infancia las pasé en la casa de las madres de La Cruz en Chuminopolis. Mi mamá iba a visitar a una madre que era amiga suya de la infancia, Vilma Martínez Acevedo fue su nombre en el mundo, María del Divino Verbo fue el nombre de su consagración. Corríamos en el patio central , alrededor de lo que nos parecía una inmensa cruz. El lugar era para nosotros, hoy lo sé, una sucursal del Paraíso. Las madres que caminaban por los corredores nos dispensaban angelicales sonrisas. Quizás las madres encontraban en nuestras sonrisas de niños  una música que animaba sus vidas santas. Años después , cuando mi hijo mayor iba a hacer su primera comunión, volví a La Cruz. Pretendí que las madres lo prepararan. Me recibieron como al hijo pródigo.  Contemplé mi patio de niño y , como suele suceder, el paso del tiempo reduce los espacios pero no la calidez de los recuerdos. Apenas escribo esto me doy cuenta de que soy responsable de lo que pasa. Una beatísima madre preparó a mi hijo, Isabel Rodríguez Espinosa era su nombre. Mi hijo estuvo feliz y cultivó una linda amistad con esta santa mujer que tanto amor le dio. Se ha anunciado que las madres de La Cruz se van de Mérida después de setenta años. Es muy dolorosa la noticia, tanto más cuando denota que algo anda mal en la Iglesia Particular de Yucatán. La crisis de vocaciones es grave , pero más grave es que tengan problemas económicos y que no seamos capaces de darles la dignidad que se merecen. Cumplen con muchas funciones pero hay una fundamental: interpelan al mundo, lo desafían. Los jóvenes se pueden preguntar ¿Porqué un grupo de mujeres viven en clausura orando por el mundo? La partida de las madres es un golpe terrible no solo para los católicos yucatecos sino para toda la población. La integridad , el compromiso y lo mejor del ser humano  están al servicio de  la humanidad. Parece que es irreversible la clausura del convento y la venta del terreno. Pero quizás las mismas madres podrán iniciar unas jornadas de oración para evitar lo que hoy parece inevitable: que la Cruz se vaya.