Según Díaz del Castillo la expedición de Hernández de Córdoba de 1517 llegó a Ecab. Según López de Gómara, Landa y Torquemada, el viaje exploratorio había llegado a Isla Mujeres. Lo cierto fue  que se atisbó una tierra, que pensaron era una isla, y a la que llamaron Santa María de los Remedios,  nombre que se le dio a Yucatán. Este descubrimiento conjetural  contradecía el hecho que desde 1505 la Península de Yucatán y el Golfo de México ya aparecían en la cartografía.

Diego Velásquez era un hombre codicioso e intrigante. Él fue quien informó al rey Carlos V sobre la existencia de ese nuevo hallazgo; inclusive se atrevió a informar que ya habían conversos en esos flamantes territorios. Con estas noticias don Diego perseguía adjudicarse la gloria y los derechos del descubrimiento. Dadas  informaciones el papa León X declaró en 1519: “Con Autoridad Apostólica y por el tenor de las siguientes letras erigimos para lo sucesivo y perpetuamente en la ciudad que será llamada Carolina en el pueblo o lugar de la isla de la Santísima Virgen de los Remedios…..bajo la autoridad de un obispo Carolense”. Vistas así las cosas la primera diócesis de México fue la de Santa María de los Remedios, conocida también como de Yucatán. También nos encontramos con que el nombre original de Mérida fue Carolina.  El obispo designado fue Fray Julián Garcés sin embargo se quedó en España esperando más noticias de su diócesis. Posteriormente se le hizo saber al obispo Garcés que podía establecer su residencia en Tenochtitlán, ya que “…El pueblo de Tenochtitlán (sic)con su distrito o los límites que se le asignen hubiesen sido marcados como diócesis de tu dicha iglesia Carolense”. El obispado Carolense ha dado lugar a severas discusiones entre historiadores. No me detengo a revisar los argumentos de unos y otros, destaco lo que es incontrovertible: la Conquista y la Evangelización se irradiaron desde Cuba y por eso Yucatán tuvo un papel capital en esos procesos. A pesar de esto en 1544 Yucatán no contaba con obispo alguno por lo cual fue nombrado “obispo por cercanía” el muy ilustre Fray Bartolomé de las Casas. Montejo, lógicamente, no estaba de acuerdo con esta situación y por eso en 1547 solícita la creación del Obispado de Yucatán. A lo largo de  la Colonia podemos asistir recurrentemente a enfrentamientos entre el obispo y las autoridades civiles y militares, ya sea en defensa de algún interés de la Iglesia o en defensa de los naturales. No menos agrestes fueron los enfrentamientos entre algunos obispos y las poderosas ordenes religiosas. Un obispo encarceló a un franciscano y sus hermanos en la Orden  acudieron a liberarlo en forma violenta. Fray Francisco de Toral fue obispo de Yucatán de 1561 a 1571 y en su gobierno se abrió una investigación sobre los Autos de Fe de Maní, lo que obligó al superior de los franciscanos, Fray Diego de Landa, a trasladarse a España para defenderse. El obispado de Yucatán no era caudaloso, nunca lo ha sido, por lo tanto las controversias contribuían a desgastarlo más. Uno de los obispos más brillantes que ha tenido Yucatán lo fue don Juan Gómez de Parada quien se enfrentó al gobernador, a los encomenderos y las justicias de los pueblos en defensa de los indios, liberándolos de servidumbres y trabajos forzados; fue tal su determinación en este sentido que aunada a otras circunstancias provocaron la caída de producción de la Provincia  lo que desató una hambruna. Ante esta penosa situación el obispo Gómez de Parada vendió sus alhajas y el mobiliario que no era indispensable y se dio a la tarea de socorrer a los indios. El obispo Estévez y Ugarte votó, ante la junta de notables de la Provincia, por la Independencia y firmó el acta respectiva. Se ha criticado mucho que los obispos Guerra y Rodríguez de la Gala se declararon partidarios de los blancos en la Guerra de Castas, contribuyendo económicamente con las campañas. En el siglo XIX se separaron de la diócesis de Yucatán Campeche, Tabasco y la Vicaría del Petén. Ya en el siglo XX Yucatán ha tenido  obispos  notables. Don Crescencio Carrillo y Ancona, siendo sacerdote fue capellán de Carlota en su viaje a Yucatán y posteriormente capellán de la corte de Maximiliano, concurriendo a varias comidas con el emperador  a Chapultepec. Don Crescencio fue un hombre culto e inteligente, fundó el Colegio de San Ildefonso junto con don Norberto Domínguez Elizalde; a ambos los expulsó del estado el coronel José Cevallos, sin embargo el propio don Benito Juárez anuló esa sentencia. Como un homenaje póstumo a su talento y a su amor por la historia de Yucatán don Porfirio Díaz envío una corona de flores para el entierro del obispo de Yucatán. Para sustituir a don Crescencio se nombró obispo a Fray José Guadalupe de Jesús Alva y Franco, quien nunca llegó a Yucatán, según se dice por el temor a la fiebre amarilla. “Non recurso laboren”, dijo Martín Tritschler y Córdova, cuando fue nombrado obispo de Yucatán. Con su rostro de niño don Martín impulsó la educación católica y los primeros movimientos de laicos, sufrió la persecución y el exilio y en su gobierno Yucatán fue erigido como Arquidiócesis. Fernando Ruiz Solórzano, un joven muy delgado y de grandes ojos negros que daban lugar a una mirada profunda, sustituyó a monseñor Tritschler y Córdova. He aquí algo de lo que dijo en día de su consagración: “Yo soy Fray Alfonso de Toral, aquel fraile insigne que puso la primera piedra de esta Iglesia Santa …..Yo soy Martín de la Gala, aquel obispo insigne que pasó por todas partes haciendo el bien………Yo soy Crescencio Carrillo y Ancona, aquella voz que hizo vibrar muchas veces las bóvedas de esta Santa Iglesia Catedral, aquella voz que no se ha apagado todavía….Yo soy Martín Tritschler y Córdova, aquel santo arzobispo de alma gigante y corazón de niño……Yo soy, amados hijos, un eslabón de esa larga y gloriosísima  cadena de prelados ilustres que durante cuatro siglos han gobernado Yucatán ….Yo soy Jesús, porque todo obispo lo es …..  Yo personalmente soy nadie, soy nada pero me sigue la tradición de cuatro siglos …. Yo vengo a enjugar vuestros dolores, a secar vuestras lágrimas…Vengo a escandalizarme con el que se escandalice, vengo a inflamarme con el que se inflama, a sufrir con el que sufre…. Espero sembrar en el campo interiormente fecundo de esta Santa Iglesia para que mañana mis sucesores recojan opulentas espigas de madura miés……..”. Las bellísimas palabras de don Fernando resumen el  pasado y proyectan al futuro. Recientemente fueron nombrados dos obispos auxiliares que vienen a formar parte de esa cadena insigne de la que nos habla Monseñor Ruiz Solórzano, a la que pertenecen don Manuel Castro Ruiz, don Domingo Herrera Castillo y don Emilio Carlos Berlié Belauzarán. Ciertos habrán de estar don José Rafael Palma Capetillo y don Ramón Castro Castro de todo lo que les precede y que, a un tiempo, es una riqueza y un compromiso para su labor pastoral.