El Vaticano le ha costado a la Iglesia Católica . Cuando el complejo arquitectónico se levantaba los príncipes alemanes se disgustaron porque se vendían las indulgencias. El dinero se llevaba  a Roma en detrimento del capital que ellos podrían manejar. Así impulsaron las preguntas al monje agustino Martín Lutero quien respondió con contundencia: Dios no necesita palacios ni intermediarios terrenales o celestiales. Lutero es el hombre que quebró a la Iglesia que había marcado toda época. La situación se hizo más compleja en el siglo XX: el Vaticano se convirtió en un país, en un estado, que tiene un sitio en el concierto de las naciones. Cierto, habían existido los “estados pontificios” y las guerras propias de esa época. Ahora se exige la diplomacia en un mundo que habla de liberalismo y democracia, no de ejércitos, derechos divinos y “guerras santas” avaladas desde arriba. Cuando México reconoció al Vaticano como país el Papa se convirtió en el jefe de un Estado. Así el Papa tiene , al menos, dos roles: pastor y represente de un país. No parece fácil conciliar estas dos dimensiones, menos a la luz del Evangelio: mi reino no es de este mundo. El Papa Francisco no es la excepción: gran parte de las críticas a su visita a México es por eso. No atendió a los padres de los muchachos desaparecidos en Ayotzinapa porque no sería amigable con el gobierno mexicano. Por eso mismo no se pueden hacer otras tantas cosas. La otra crítica asidua no va en esta línea y alude a los abusados por los sacerdotes pederastas. México es quizás el único país en el mundo en que el Papa no se reúne con estas víctimas . Esto puede deberse a la pretensión de no lastimar más a la Iglesia. Fuera de esto no hay críticas trascendentes, menos a este hombre sencillo. Por el contrario no se pueden pasar por alto algunos signos: la reprimenda pública al episcopado. El hecho es histórico. La Iglesia venera la prudencia y la discreción- esta es una palabra insuficiente, habría que decir aversión al escándalo-,y las frases de Francisco fueron muy serias y claras. Con este pasaje se cancela una era de la historia de la Iglesia en México. Girolamo Prigione, delegado y después nuncio apostólico en México- y otros personajes instauraron una era en que el episcopado estuvo muy cerca del poder aunque estuviera lejos del pueblo de Dios. Los nombres y los pasajes son del dominio público. Lo que se está analizando todavía es el estrago que este grupo hizo en la Iglesia de Jesucristo que peregrina en México. Es posible que los resultados hayan sido muy lamentables. Algunos piensan que Mons. Norberto Rivera Carrera es un sobreviviente de este grupo y que el fue uno de los apuntados en ese discurso memorable. ¡Cuántas cosas han vuelto a su lugar después de ese día! Nótese que el Papa Francisco no fue al Palacio del Ayuntamiento a recibir el título de huésped distinguido de la Ciudad de México. Se encontró con el Sr. Mancera en el atrio de La Catedral. El Papa no podía ir a un evento de un gobierno que aplaude mucho de lo que El Vaticano condena. El mismo evento del zócalo fue pobre, aunque a las puertas de la nunciatura le cantaran al Papa de día y de noche. Quizás hasta “Panchito, el Che baila el mambo y el son”, le cantaron los que solo querían verlo y decían “Una palabra tuya bastara para sanarme”. En medio de estos desencuentros está el pastor Rivera Carrera   más preocupado por sus relaciones con el poder que por ir en busca de las ovejas perdidas. Tampoco se puede pasar por alto ese díptico que se constituye con la estancia del Papa en la cámara de la Virgen de Guadalupe y la oración ante la tumba de Mons. Samuel Ruiz. Guadalupe es de una trascendencia inmensa: es la figura que cobijó y cobija   a todos los abandonados, a los insignificantes, a los que han perdido todo. Así lo dejó claro al dirigirse al indio Juan Diego, el representante de todos los vencidos por los blancos, de los que habían perdido todo, hasta sus dioses. Entre la amada Guadalupe y Samuel Ruiz hay muchas similitudes: ambos son testimonio de una iglesia pobre para los pobres, esa que quiere el Papa Francisco. El tiempo de Dios no es el tiempo de los hombres. Falta mucho para evaluar el resultado de esta visita. Se le atribuye a un rey Egipcio, Ignaton, esposo de Nefertiti, el haber concebido el monoteísmo. Moises creyó en lo que Ignaton  creía e influyó en los judíos. Caída esta corriente teológica  los judíos y Moises fueron sacados de Egipto. Ignatón representaba a su único dios con el sol, testigo de la historia y el tiempo. Lo ocurrido en esta visita prodigiosa queda en la memoria del sol que nos lo devolverá al paso del tiempo. Así fue aquello de lo que dará testimonio el sol, el testigo inamovible  de la historia y el tiempo.