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Fui a comer a Salamanca Grill, el de Francisco de Montejo. Pedimos un guacamole, asado de tira y vacío. Me llamó la atención que el restaurante no ofreciera pan a los comensales o mejor dicho se les cobrara. Quizás sea el único restaurante en Mérida que procede en esa forma. El gesto ya anuncia la atención que el establecimiento dispensa a sus clientes. La atención recibida se resume en una palabra: pésima. No solo se alude a la tardanza sino a la indiferencia que los meseros demuestran a las mesas. Caso especial lo puede constituir el desdén con que se dejan los platos sobre la mesa. La prudencia es la antesala de la sabiduría, de ahí que uno de mis hijos la invocara en varias ocasiones. Obviamos el postre y quisimos salir lo antes posible. La cuenta fue de 540 pesos y decidimos dejar de propina 20, la parte que podría corresponderle al personal de cocina. Les advertí a mis hijos que la mesera, una mujer de un evidente mal genio, nos devolvería la propina. Mis hijos, por razones propias de la naturaleza, salieron primero que yo. Al salir uno de ellos me preguntó: “¿Cómo te fue? No le dio tiempo de devolverme la propina”. Apenas terminaba de hablar cuando la señora mal encarda salió y abrió la carpeta de la cuenta y pretendía empezar hablar cuando con un gesto resuelto tomé la cuenta y me encaminé de vuelta. Mi propósito era entregarle la propina al gerente o al capitán de meseros. He aquí que ocurrió lo que tenía que ocurrir. Una probada tesis sostiene que el mal trato de un restaurante es una cultura que proviene de los niveles más altos. El capitán de meseros con aires de suficiencia ensayó un discurso sobre la naturaleza y destino de la propina. Me quedó claro pero pretendí corroborarlo: “¿Usted envío a la señorita? “ “Si, para preguntar si había algo mal”. Sin hablar nos dimos la vuelta y nos retiramos. Siguiendo los pasos de la tesis usted puede pensar como han de cuidar la higiene y la calidad de las materias primas y los procesos en Salamanca Grill. ¿Cómo limpiaran los vasos y los platos? ¿Qué harán ante la presencia de algunas cucarachas? ¿Qué cuidado puede haber con lo que no se ve si con lo que se ve obran con tal agresividad? ¿Escupirán la sopa de algún cliente que reclama y que despierta la furia del señor gerente y sus esbirros? Una pregunta imprescindible es: ¿Sabrá el propietario el ánimo de servicio de sus encargados, de su agresividad para con la clientela? La tesis de los sinsabores establece que sí lo debe de saber y que a menudo la estimula. Ha de llegar el día que para subsistir el propietario de Salamanca Grill tendrá que hacer una purificación pública para demostrar que no avala estos atropellos que hacen de su restaurante un sitio de experiencia de sinsabores. Tanto más cuando que este restaurante ha sido considerado uno de los 15 mejores restaurantes de la ciudad de Mérida por la excelente calidad de las carnes y su artístico manejo. Es lamentable que el desafortunado trato de un encargado y sus meseros lastimen en forma tan agresiva el prestigio del establecimiento.