Leyendas mayas: orígenes

LOS ORÍGENES DE LAS LEYENDAS MAYAS

El indio del Mayab sabe que antes que él, mucho antes que él, otros hombres poblaron su tierra y la hicieron bella y poderosa.

Eran hombres santos, llenos de sabiduría. Cada uno de ellos había conocido a los dioses. No vinieron de ninguno de los rumbos de la tierra ni del mar. Aquí fueron, porque aquí los hizo Aquél cuyo nombre se dice suspirando. Eran hombres hermosos y valientes y daban amor y misericordia. El Señor Zamná, el Padre de todos, estaba entre ellos; su mano, obradora de las maravillas del mundo, se levantaba en alto para conducirlos y mandarlos. Y los curaba de los males de su cuerpo, y les daba calor del sol para encender sus espíritus, que así estaban siempre en la claridad del cielo. Ellos hicieron los templos altos y resplandecientes en que los hombres de cerca y de lejos vienen a adorar al que no tiene nombre y está arriba. Ellos levantaron las grandes casas blancas en que los Maestros enseñaban la Sabiduría. Ellos edificaron con piedras santas las Ciudades Antiguas en que los dioses habitaron con los hombres. Ellos hicieron a ltzmal, a Muútul, a T’ -hó y a Chichén-ltzá, y alrededor de ellas a trescientas siete ciudades.

Yaax-chilam y Palenke eran nombradas aquellas en que moraron los poderosos sabios del Sur. Uxmal, la que estaba hecha, pero no se veía, era la ciudad de los espíritus que viven en el aire y en la tierra.

Un día, esta grande ciudad de Uxmal se levantó visible a los ojos de los hombres y fue maravillosa y soberbia; pero desde ese día cambiaron los tiempos del Mayab. Y esto se cuenta cuando es conveniente.

La primera ciudad de todas las ciudades fue ltzmal, la de los templos en que no había dioses labrados en oro, ni en madera, ni en piedra, ni en barro, porque en esos días el corazón de los hombres estaba limpio de iniquidad, y ellos veían a los dioses dentro de sí mismos y en su derredor, y no les era preciso representarlos con imágenes.

La última de las ciudades fue Maní. .. iManí! iManí. .. ! El indio llora cuando dice este nombre, que quiere decir que todo pasó.

Cómo fue Maní y cómo hubo de acabar es una relación triste que sólo se dice cuando es preciso. El que sabe del Mayab y ha llorado sus lágrimas, sabe cómo fue.

Aquellos hombres sabios de los tiempos antiguos, que eran puros y dulces a Aquél que está amorosamente en todas partes, escribieron todas las verdades en grandes libros, que eran la vida de quienes los poseyeron y de todos los que estaban cerca. Cuando hombres ya no merecieron poseer los Libros de sus padres, ni había quien ellos supiese leer, los Libros desaparecieron y no se sabe en dónde están. Pero las Verdades no han desaparecido y están en el pecho de los que han sabido ser puros todavía.

Alguna vez tú, forastero, oirás a un anciano que dice cosas sencillas que no entiendes y cosas bellas que te antojarán locuras o desvaríos. Ese anciano es en el Mayab un varón justo y un alma antigua tiene, que está hablando de la Verdad. Por eso, extranjero, cuando estés en el Mayab, presta atención a los ancianos y a los niños. Estos son los que están fuera de la contaminación. En ellos vuelve a vivir el espíritu de nuestros padres, que oyeron hablar a los dioses y los contemplaron entre ellos.

El Mayab ha tenido dos vidas. La que fue antes de Mani y la que es después de Mani. El que sabe del Mayab comprende esto. El techo de la tierra es azul, para que en él descansen los ojos que se elevan a lo alto.

Cuatro gigantes, uno a cada viento, sostienen el cielo con sus grandes brazos. Estos son los bacabes, que se oye nombrar. Uno está pintado de color blanco y es el del Norte, que tiene por servidor al viento fuerte que anima a los guerreros en las batallas y transporta las cosas por arriba. Su signo es una lanza. Otro es de color rojo, y es el de Oriente, que manda al viento perfumado que da la vida y atrae las grandes lluvias buenas y hace florecer las semillas en el vientre de la tierra y enciende el amor en los enamorados. Su signo es el girasol. Otro es el del Sur, que es amarillo como el color del bien y tiene consigo al viento que mandan los dioses para suavizar las fuerzas del mundo y levantar la oración en el espíritu y en la boca del hombre. Su signo es el pebetero de humo tranquilo y oloroso. El cuarto Bacab, es malo y negro y gobierna al viento afilado del Poniente, que trae la noche y la enfermedad. Su signo es la lechuza. Los cuatro bacabes disputan entre sí por el gobierno los días que sobran en cada cuatro años. Y según El que manda, así los días son malos y de muerte y de sequía, o son buenos y de vida y abundancia.

Esto decían antes en el Mayab y es cosa que hay que entender. El hombre rojo alcanzó muchos bienes cuando vivía sobre la tierra que ya no existe. Fue dueño de mandar en todas las fuerzas que se ven y en las que no ven . Los cuatro mundos que hay dentro de este mundo le obedecían y era Rey del agua y del aire, del fuego y de la tierra. Le fue dado gran sabor y poder, que luego perdió.

Y lo perdió porque se apartó de la luz, de que estaba lleno por arriba, para bajar adentro de su cuerpo de barro y de paja ensordecido y sublevado, que todo lo pedía para él. Cuando el hombre bajó adentro de su cuerpo, la luz que el Sol había encendido en su alma se fue apagando poco a poco.

Su sabiduría se aturdió en la oscuridad y su conocimiento se torció en la sombra. Y tomó el camino de la izquierda. Así se representa el castigo del agua, que es el fin de la última edad del tiempo de antes y el principio de la primera edad del tiempo de ahora, en este mundo. Voz de padres a hijos viene del conocimiento y dice: que en la tierra de los hombres rojos, que era grande y asombrosa, ya no podía caber la iniquidad, que era mucha y se movía bajo la inteligencia. Y por entonces vivía un hombre viejo, llamado Giagia, con sus dos hijos, uno nombrado Giayalael y el otro Halal.

El viejo Giaia subió un día con su hijo Giayalael a lo alto de una colina, para ver su campo que pensaba se partiese por igual entre sus dos hijos, para que no hubiese riña después de su muerte. Giaia era un hombre justo. Cuando estuvo con su hijo en lo alto del monte, le mostró el campo y le dijo: «De todo esto, la mitad será para ti». Giayalael estaba contaminado del mal de su tiempo y era indolente y codicioso, y se encendió de ambición . Y al oír lo que el viejo Giaia decía, pensó que todo el campo debía ser solo suyo, y se arrojó sobre su padre y lo mató. El monte quedó manchado con la sangre del hombre bueno. Giyalael sintió miedo y ocultó los huesos de su padre dentro de una gran cabeza, y ésta la escondió arriba de la colina. Y bajó al valle y buscó a su hermano y le dijo que el viejo Giaia había caído dentro de una cueva. Tomó para sí todo el campo y puso a su hermano a trabajar en él. Cuando hubo pasado un año, Gialael llevó a su hermano a lo alto de la colina para ver los huesos de su padre. Tomó la calabaza en que los había encerrado, y Hala! la quiso para sí y se la arrebató. Entonces la calabaza cayó de las manos de los hijos y dio contra el suelo y se hizo pedazos. Y estaba llena de agua, que empezó a correr desde arriba de la colina sobre lo valles y los campos. Primero fue un lago pequeño y luego un río y luego muchos ríos, y después un gran mar que se tragó la tierra de los hombres rojos con todas sus ciudades y maravillas.

Aquí se dice que el hombre rojo pereció porque era de barro y fue deshecho por el agua.

Y esto sucedió en el lugar nombrado Haití, cuyo nombre significa: «el agua que vino a él».

Entonces se hundió bajo el poderío de las aguas la muy grande y famosa Tol-lán, que tenía siete puertas de oro macizo. Así se hundieron con ella mil trescientas y más ciudades de aquél imperio, de que no quedó ni la memoria.

He aquí que el Mayab ya existía; pero el Mayab era bueno y fue perdonado. Allí vivían los hombres justos, que eran pocos. Por eso decían la tierra alta en que nacieron nuestros padres de Mayab, que quiere decir: «no eran muchos». Porque eran los reservados por la voluntad de arriba. Todo se hundió bajo el castigo, menos el Mayab. Las aguas llegaron hasta él y se detuvieron. Tierras nuevas se levantaron junto a él. El Mayab permaneció como estaba y sobre su tierra quedaron vivos los hombres puros de entonces. Por sus llanos anchos corría el venado ligero y alegre, y bajo el sol brillaba el faisán de plumas de oro.

Ya eran las ciudades santas de ltzmal y de Chichénltzá, y otras que fueron hijas de estas. No estaban dadas al mal, y se salvaron todavía. Luego les llego su hora, cuando cambiaron los tiempos del Mayab.

Otros hombres rojos de la gran tierra que sufrió castigo se pudieron salvar, porque eran dignos, y se acogieron a las tierras nuevas, y otros se huyeron a otros mundos, llevando su sabiduría. Subieron y bajaron de una parte a otra y algunos vinieron al Mayab y encontraron a sus hermanos y los reconocieron. De entonces fue el llegar de gentes y naciones de fuera de estos lugares, unos por bien y otros por mal. Cuando el Mayab fue más grande por su luz enseño a otras muchas tierras. Pero paso sobre él lo que había pasado en el mundo grande, y cayó en un castigo. Así estaba escrito en la oscuridad.

Digamos ahora, cantando, las cosas grandes que fueron. ‘Escucha, hijo del Mayab, y escucha tu también, extranjero, si quieres saber.

El Señor Zamná, que era reflejo de la luz de Arriba, vino un día y levantó la sangre y el espíritu de los primeros hombres que andaban y hablaban sobre esta tierra, pero no sabían. Elles enseñó. Elles enseñó el nombre de todas las cosas que no conocían y les enseñó a conocer Al que no se puede nombrar. Marcó toda la tierra, la midió y la dio a los suyos que eran sus hijos, para que la tuvieran para sí, como tierra santa. Las aguas del gran castigo, q¡Je se comieron la tierra, no pasaron de las marcas que el Señor Zamná había puesto. Por eso el Mayab quedó, para que el viviese la vida. El Señor Zamná tomó consigo a los suyos y fue con ellos caminando y enseñando, y señalando los caminos y el asiento de las ciudades.

Así se dice que fue hecha la ciudad sagrada de ltzmal, en los grandes tiempos de los hombres rojos, por nuestros padres muy antiguos, que eran los ltzaes, que quiere decir: hombres santos. Vamos a saber y a entender lo que estaba escrito en los libros y en las piedras del tiempo que pasó.