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Delante de los itzaes, que eran los hombres limpios, de lo muy antiguo, llegó el Señor Zamná, después de caminar siete y otros siete días, desde el mar por adentro de la tierra, y vio un lugar bueno sobre la llanura. Allí se detuvo y dijo a los sacerdotes y aprendices y a la multitud de hombres y mujeres, que debían hacer un templo, y alrededor del templo, una ciudad. El se sentó sobre una piedra y vio lo que hacían. La Santa ltzmal se alzó así, en un día del tiempo de atrás, del que no se lleva cuenta. Y en esa ciudad de las ciudades hubo primero el gran templo, con ciento veintitrés gradas, que de muy lejos se veía, y alegraba el corazón. Allí se puso el altar de Aquél a quien es grata la vida de los justos.

En ese altar se quemaban ofrendas de resina olorosa y se ponían guirnaldas. El humo y las esencias se elevaban a lo alto, y venían en cambio, igualmente de lo alto, la sabiduría y la misericordia.
Las tierras se llenaban de frutos, y las trojes de granos, y el espíritu de los hombres estaba en la paz de la justicia y del conocimiento. Esto fue lo que se sembró en la tierra del Mayab, para que se multiplicase la semilla.

El Señor Zamná vio hecha la ciudad de sus hijos y entonces dispuso subir a lo muy alto y dejar su cuerpo entre ellos. Y antes les enseñó los caminos que habían de seguir cuando no lo vieran ya, y les mandó hacer algunas cosas de gran significado. Subió el Señor Zamná a su casa de arriba, y se perdió a los ojos de los hombres, en medio del Sol, de donde había venido.

Los ltzaes lloraron, aunque sabían que su Padre quedaba con ellos. Tomaron su cuerpo y lo enterraron en tres partes de la ciudad, y en cada una levantaron un templo. La cabeza en el Norte, y el corazón en el Oriente, y la mano derecha en el Sur. Al otro lado estaba el templo grande, con la casa de los sacerdotes y los discípulos.

El primer templo, que era donde veneraban el pensamiento del Señor Zamná y que estaba edificado sobre su cabeza, se llamo Papholchac, que quiere decir: casa de la frente llena de relámpagos». El segundo templo, que fue hecho sobre el corazón, para que en el viviera encendido su santo amor maravilloso, se nombraba: «Kinich-Kakmo, que es como decir: «el semblante de sol que mira con fuego. Y allí, cada año una vez, cuando el Sol se acerca a nosotros, bajaba en la luz ardiente el espíritu del Señor Zamná, delante de sus hijos, y encendía el fuego nuevo en el altar, en el corazón de ellos. Volaba entonces sobre ltzmal un pájaro radiante, de todos los colores, y el campo se ponía florido y en el lecho de las mujeres se purificaba el amor.

El otro templo alzado sobre la mano derecha, se nombró «Kabul», que es la Casa de la Mano Milagrosa. Allí hacían memoria reverente de las grandes obras de eñor Zamná. Allí iban a buscar salud los enfermos, y la mano de su Padre se ponía encima de sus cabezas y los dejaba sanos, tal como antes hizo, cuando le veían y le hablaban.

Después de años y años, cuando ya se habían mudado las cosas, todavía iban de los cuatro vientos, miles y miles de hombres y mujeres a buscar remedio y a purificarse en la Santa Ciudad de ltzmal, que tiene lo que ninguna ha tenido.

Poderosa es por eso, aunque las piedras de los grandes templos se hayan derrumbado y todo haya cambiado por afuera. La Santa ltzmal guarda en secreto su poder.

Hay quien lo sabe, aunque nadie lo diga, y muchos, sin saberlo ni decirlo, en ese poder esperan. El silencio de miles de anos se puede romper en un día, si ese día viene. El silencio duerme sobre ltzmal y ella en el silencio esta dormida. Pero acaso llegue una hora en que todo se despierte y hable.

Color para los ojos, la suavidad para las manos, la canción para los oídos, y para los corazones, el amor.

Así era en el Mayab la princesa Sac-Nicté, que nació en el día largo de las tres ciudades, en medio del tiempo de la gloria. Esta escrito en la oscuridad quien era; pero los que la vieron con sus ojos la llamaban así como se llama. Este su nombre se respira al decirlo, como el olor del campo en el amanecer. Dicen que la princesa Sac-Nicté nació en la noche clara en que el «lucero en que brilla la vida» se junta con el Sol. Nació del rey Hunacel, el fuerte y hermoso en las batallas, y de la mujer bella que se llamaba: la estrella de color de oro.

Y fue, en aquel tiempo de esplendor, la princesa de a o leza de los mayas. Y ella misma fue la bandera y la corona del mayab, cuando las tres grandes ciudades habían echo el pacto de estar siempre juntas. Habían vivido sus dos primeras vidas Uxmal y Chichén-ltzá, y la valerosa Mayapan era nueva y orgullosa. Los tres reyes se guardaban amistad, y de no a otro lado se iba y se venía por el Mayab sin encontrar ejércitos, porque la paz era el fruto de la alianza, desde muchas cuentas de años. Todo tiene fin.

Chichén-ltzá, altar de la sabiduría … , se hizo de ti? La serpiente dorada dejo de volar y se arranco las alas resplandecientes, y se hizo oscura y se arrastro por el suelo, pero siempre era bella, aunque era triste.

Así, los hijos de la luz que llena el aire cayeron en la tierra, y los reyes de Chichén cambiaron de nombre y se empezaron a llamar «Canek» , que quiere decir: «Serpiente negra». El último príncipe Canek era el gran señor de Chichén-ltzá, cuando acabó la segunda vez. Vamos a decirlo y a cantar el amor desdichado de la Serpiente Negra con la Flor Blanca del Mayab.Vamos a decirlo cantando para adornar la tristeza y para que el corazón la reciba con música. Oíd y aprended, porque de todas las naciones se puede aprender algo. El príncipe Canek, cuando tenía siete años, mató una mariposa y la deshizo entre sus dedos, que se llenaron de colores resplandecientes. La noche del día en que hizo esto, soñó que se convertía en gusano. Cuando este príncipe tenía dos veces siete años, halló un venado pequeño caído en una trampa de cazador. Con cuchillo abrió las entrañas del pobre animal, que gritaba llamando a su madre, y le arrancó el corazón. El ofrecerlo a uno de los dioses negros que ayudan a los brujos. Sus manos se llenaron de sangre. La noche en que hizo esto, soñó que era un tigre sediento, y al despertar no lo olvido. Cuando este príncipe tuvo tres veces siete años, fue levantado a rey de los ltzaes, y en ese mismo día vio a la princesa Sac-Nicté. La noche de ese día no sonó nada porque no durmió, sino lloró hasta el amanecer, con el primer llanto de sus ojos. Y se sintió triste para toda su vida.