lecciones-para-politicos

El filósofo español José Ortega y Gasset trata en su ensayo “Mirabeau o el político[1]” la naturaleza o elementos del político profesional. Distinguiendo claramente entre el hombre de acción y el gran político, así como su esfera política de competencia: la política de Estado y la política Nacional. Es de este modo como el autor analiza las características del político, pero no del político ideal sino del político real, viendo en Mirabeau el arquetipo[2] de éste, y argumentando que cuando las personas empiezan a estimar los arquetipos sobre los ideales, dan signos de madurez, pues comienzan a vislumbran la solidez y realidad del mundo en que vivimos.

A. El hombre de acción como ímpetu y pasión.

No cualquier persona cubre el perfil del gran político, pues para esto, requiere en su naturaleza de ciertos elementos que lo distingan del resto de los individuos. “Todo gran político es un hombre de acción, más no todo hombre de acción es un gran político”, esta frase sería la que mejor podría resumir el presente apartado.

Los componentes que se mencionarán a continuación podrán ser denominados como los elementos naturales de todo hombre de acción. Estos elementos orgánicos que constituyen a todo político son los siguientes: impulsividad, turbulencia, histrionismo, imprecisión, pobreza de intimidad, dureza de piel. A continuación nos detendremos en cada uno de ellos.

1. Impulsividad al hacer las cosas. El impulsivo se preocupa sólo en operar lo mejor posible sus acciones, no le da tiempo de preocuparse de la moralidad de sus actos, por esto el gran político carece de escrúpulos, más no de moralidad, pues podría arrepentirse de ciertos actos cuando pasado el tiempo los haya reflexionado. Su pensamiento precede a la acción, la reflexión llega después del acto. El pensamiento del impulsivo se enfoca a perfeccionar su obra, porque para él vivir es crear, por lo que no se le concibe en la inactividad.

2. Turbulencia. Es turbulento por su propio ímpetu, audaz e infatigable, la pasividad no es parte de su ser por lo que siempre tiene planes y cosas por realizar. El hombre de acción a diferencia del hombre intelectual siempre tiene la necesidad de actuar, él no se preocupa, se ocupa. Podría parecer que el hombre de acción carece de escrúpulos.

3. Histrionismo. Deberá ser elocuente y encantador ante el público, para lo cual necesitará aparentar ser él, el depositario del poder, deberá presentarse con porte de grandeza en todo momento. Sus expresiones, actitudes y gestos deberán estar enfocados a crear esa apariencia requerida de poder.

4. Imprecisión. Pues sabe mentir con una tranquilidad sorprendente, puede decir o realizar lo contrario de lo que en el fondo piensa. Esto es contrario a la estructura del hombre intelectual, pues éste último busca la verdad y cuando piensa que la ha obtenido la divulga, es ella su pasión. Al respecto Ortega nos dice que “ni la mentira cuesta nada al político, ni la veracidad al intelectual. Una y otra manan naturalmente de su distinta condición”[3]. Lo importante para el hombre de acción sonlos actos, sus palabras, ideas, su discurso son tan sólo un instrumento para sus fines. Por eso “cuando miente, en rigor no miente, porque no está adscrito íntimamente a nada determinado”[4]. Él no representa sus ideas, ve las cosas en función de su utilidad, por lo que suele ser elástico en su actuar.

5. Pobreza de intimidad. Es de llamar la atención que el gran político no tenga vida interior, por lo que no es interesante, nos dice el autor. Para ejemplificar lo anterior se recurre a su relación con las mujeres, pues indica que aunque es poseedor de poder y de riqueza, sobresaliendo en esto sobre el resto de los hombres, casi nunca posee triunfos sobre las mujeres. Pues sólo caza a las mujeres que están predispuestas a ser cazadas, su audacia y elocuencia verbal hace que cace rápidamente. Pero esto es algo distinto al verdadero seductor, “una cosa es conseguir favores de una mujer y otra absorber íntegramente su alma. La que es capaz de hacer favores suele ser incapaz de entregar su alma y viceversa”[5].

6. Dureza de piel. Su piel tiene que ser dura, para no permitir que las heridas desconcertantes penetren en su interior. Será entonces inmutable, pues siempre se podrá mantener tranquilo y sereno ante los más fuertes ataques e insultos, por lo que no se le deberá exigir ser poseedor de una delicada piel.

A pesar de que estos elementos orgánicos son admirables en el gran político, de manera aislada suelen catalogarse como des-virtudes: impulsividad, constante inquietud, falta de escrúpulos, etc. Sin embargo no podremos reprocharle alguno de sus elementos orgánicos, pues sin sus “poderes naturales” no existiría como hombre de acción. Luego entonces, si se quieren grandes políticos, la sociedad no deberá exigirles virtudes comunes.

B. El gran político como fuerza e intelecto.

Como se pudo apreciar, es un requisito del político ser un hombre de acción. Sin embargo es el gran político quien se desenvuelve eficazmente con alcances nacionales y políticas claras como producto de su intelecto. Se es un político pequeño cuando el individuo se preocupa sólo por su sobrevivencia dentro del Estado, dentro del Gobierno y se olvida que lo fundamental es el desarrollo de la Nación. El pensador español encuentra en Mirabeau el arquetipo del político: habilidad para actuar e intelecto para decidir. A continuación se resaltan las principales características de este gran hombre político.

1. El actuar de Mirabeau

Mirabeau encontró en la oratoria su mejor forma de representarse ante el  público, pues sabía agitar o calmar multitudes haciendo uso de ella. Se podía percibir fuerza y dignidad en su actuar, además era dueño de una retórica convincente, poseía valor, coraje, serenidad, astucia y aunque toda la Asamblea Nacional estuviese en su contra, éste ni siquiera se inmutaba, permanecía sereno, reflexivo y ante tal circunstancia lograba cambiarse al bando contrario con una habilidad inmejorable. Sabía ser elástico y triunfante, rebasando con su actuación toda circunstancia, además era un hombre atrevido, por no decir desvergonzado.

Mirabeau ponía orden en todos los lugares donde se encontraba, pues tenía la esencia delorganizador por excelencia,  además el orden que lograba era un “orden positivo”, pues no hacía uso de la fuerza ni de las armas: aplacaba, organizaba  y convencía.

Ortega no duda en catalogar a Mirabeau como un gran político, en el cual observaba:

“inagotable energía, la tensión constante de su esfuerzo, la fertilidad y monumentalidad de sus proyectos, la rapidez, la eficacia con que los ejecutan, la previsión genial de los acontecimientos, la entereza y serenidad con que acoge los peligros, el garbo triunfal de su actitud en todas las circunstancias[6].

Únicamente personas como él son capaces de tomar los grandes honores y las grandes angustias, pues no cualquiera está dispuesto a correr riesgos extremos, sólo las almas grandes pueden hacerlo. Además de todas estas características, Mirabeau poseía “genio”, tiene poder en la palabra, poder de creación, hacía de sus desastres sus triunfos, convertía su negativa fama, en gloria.

Aunque los nobles lo excluyeran, él no se inmutaba, y siendo representante del tercer estado, tomaba con gran valor todos los asuntos para hacerles frente. Sin dinero, producía y creaba junto con sus colaboradores. Y cuando no lo tenía, era desvergonzado   para pedirlo a quienes eran compatibles con su política. No le molestaba dejarse sobornar con dádivas, siempre y cuando cumplieran con fines de Estado, pues la venalidad era parte de su táctica política.

Ortega nos dice que la política de Mirabeau era una política clara. Se dice  que la política es clara cuando se sabe qué actos realizar y qué se logra con ellos, pero por naturaleza  es contradictoria cuando se la define, pues la política es clara cuando postula la unidad de los contrarios.

2. Almas grandes y Almas cortas

Es aquí cuando Ortega distingue entre almas magnánimas y almas pusilánimes. El hombre magnánimo es quien tiene una misión creadora, su ser está enfocado a realizar grandes cosas, esta es su principal característica, pues su destino es crear, podemos afirmar que para el magnánimo “querer vivir es querer crear”.

Las virtudes del magnánimo no pueden ser virtudes morales, son virtudes creadoras. Ortega justifica de este modo que a los grandes políticos a lo largo de la historia, se les asocie con ciertos vicios o inmoralidades. Empero, la moral de las almas mediocres “es mortal cuando pretende dirigir una raza y…se dedica a aplastar todo germen de superioridad”[7], indica el filósofo español. Las almas fuertes tienen apetitos fuertes, necesitan de más cosas, pero también son fuertes para no necesitarlas cuando la situación lo requiera.

Su contraparte es el pusilánime, quien carece de una misión, no tiene la intuición rápida del gran hombre. Para el pusilánime vivir es simplemente conservarse y existir; es conformista, se siente bien siendo igual a todos los demás, sus actos no buscan crear,  pues carece de proyectos y de afán de ejecución, se amolda fácilmente a la masa[8], y como carece de proyectos, lo único que lo motiva es el placer y el dolor.

Existe un eje fundamental que el pusilánime no alcanza a comprender: el actuar del magnánimo no lo origina el honor o el placer, su mayor goce es el esfuerzo frenético de crear cosasNo se es algopara obtener los beneficios de ser ése algo; más bien: se es algo porque se necesita crear lo queese algo crea.  Es aquí cuando Ortega nos dice que, así como el pintor pinta, el escritor escribe, el político organiza el Estado; sólo los pusilánimes quieren ser pintores para gozar del reconocimiento de los grandes pintores, intentan convertirse en  pintores famosos y no pintan porque de su interior les surja esa necesidad.

C. El ámbito del político: La Política, el Estado y la Nación.

Los cimientos del político son sus elementos orgánicos, sin ellos no podría realizar una política eficaz. Sin embargo para realizar una política clara es indispensable ingenio en la mente del político y no ser así únicamente un torrente de fuerza desbocada. Hombres de acción hay muchos, grandes políticos pocos. A continuación se explicará lo que se entenderá por política, así como  la diferencia entre Estado y Nación en el pensamiento del filósofo español.

Ortega se refiere a la política como una actividad compleja, difícil de definir, sin embargo una política adecuada es la que se realiza con sabiduría y sin improvisación para beneficiar el desarrollo de una nación. Es por esto que el autor nos indica que “política es tener una idea clara de lo que se debe hacer desde el Estado en una Nación”[9]. De este modo podemos concluir que la gran política, supone de ideas claras sobre la situación histórica del país donde se desarrolla, sobre las virtudes que tiene y no tiene la sociedad de cada país.

Resulta conveniente clarificar lo que se entiende también por Estado y por Nación, pues para Ortega la gran política sólo es realizada si se tienen miras nacionales. Siendo el Estado únicamente un instrumento al servicio de la Nación. El Estado se comprende casi como sinónimo de Gobierno, pues no se relaciona con el Estado-Nación, sino más bien con el grupo de individuos que desarrollan y aplican las políticas a una sociedad. También se entiende como el campo donde se compite por dirigir y administrar las instituciones nacionales. Entendiendo de este modo que el Estado remite simplemente al manejo administrativo de los órganos de gobierno, por lo que es un concepto que cambia cada determinado periodo; mientras que la Nación permanece, el Estado pertenece a ella.

Es así como se desprende que el pequeño político piense únicamente en lo que tiene que hacer dentro del Estado y para el Estado. Olvidando que la realidad histórica es la Nación. En cambio, el gran político ve los problemas de Estado en función de los nacionales. Pues sabe que el Estado es sólo un instrumento de la vida nacional. Mientras que el político  pequeño le concede todo el valor al Estado, desconociendo su sentido netamente instrumental. No olvidemos que en la historia lo que triunfa es la vitalidad de las naciones, no la perfección de los Estados, subraya el autor.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Es así como para José Ortega y Gasset existen dos tipos de políticos: los grandes y los pequeños. Son grandes quienes además de poseer los elementos de fortaleza de cualquier hombre de acción, poseen intelecto y por lo tanto una gran política. Son pequeños quienes únicamente son hombres de acción, carecen de genio y olvidan que el Estado -entendido como Gobierno- sólo es un instrumento al servicio de la Nación.

El gran político sabe lo que tiene que hacer con el Estado, pues su clarividencia es obra de su intelecto. Sus principales características son su ímpetu y agudeza, fuerza e  intelecto. No se deberán buscar líderes de pura acción, tampoco líderes netamente intelectuales, más bien deberán surgir grandes políticos. Ortega llama a la intelectualidad del político, intuición histórica y si esta es acompañada de fruición intelectual[10]será mucho más refinado su intelecto. Pues para no ser únicamente un torbellino de fuerza, será necesario intelecto, el cuál dará sentido a las decisiones y actos del político.

Luego de esta diferenciación, se puede concluir que el gran político no sólo posee capacidades extraordinarias para actuar eficazmente, sino que también tiene genio. La grandeza política comprende ambos flancos. Por lo que para no ser únicamente un  político de ficción, se requerirán de ideas e intelecto y no exclusivamente de porte, aspecto y fortaleza  interna.