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En un emplazamiento al suroeste de la ciudad se asentaron los Xiu, el pueblo maya que se alió a los españoles para la conquista de estas tierras. Los Xiu contaban con haber gobernado Maní y Uxmal, entre otras poblaciones mayas. El linaje de los Xiu fue el único reconocido por el rey de España. Una deliciosa anécdota narrada por don Carlos Loret de Mola en su libro “Confesiones de un Gobernador” nos dice : cuando visitó Mérida su Majestad Británica Isabel II, en compañía de su esposo Felipe de Edimburgo, se le ofreció una cena en Uxmal. Estando ya sentados en la mesa de honor,  se encontraban a los lados de Loret  Gaspar Antonio Xiu e Isabel II. La reina con discreción le preguntó a don Carlos “¿Realmente es legítimo el linaje de Mr. Xiu?” El gobernador Loret de Mola le reviró sin reparos: “Qué curioso su Majestad, hace unos minutos el Sr. Xiu me hizo la misma pregunta sobre el linaje de usted”.

Lo cierto es que en Mérida no hay elementos sincréticos que unieran la antigua religión de los naturales con el catolicismo. En México fue distinto: diez años después de que cayera la antigua Tenochtitlan se apareció la Virgen de Guadalupe que, como bien dice Octavio Paz, levantó a los indígenas de su condición de derrotados y huérfanos de religión. Pero en la Ciudad de los Blancos la Virgen se le apareció a un blanco: don Esteban Quijano y le dijo que estaba muy pobre y desamparada, le pidió una caridad y don Esteban se la dio prometiéndole que la visitaría en su casa. La mujer le dio los datos. Don Esteban fue en busca de la casa de la señora que le solicitó su socorro. La casa era muy humilde, con techumbre de paja. Al entrar en ella don Esteban atisbó a una mujer parada a la que le atravesaba un rayo de la luz del sol. Lentamente fue advirtiendo que era una imagen , pero con pasmo hizo el descubrimiento: era  la mujer que le había pedido ayuda. En el suelo se encontraba la moneda que Quijano le había entregado. Así fue como se construyó el templo del entonces pueblo de San Sebastián. Así fue como la Virgen se apareció en Mérida y así es como hasta hoy es venerada.