Antiguo templo de San Francisco

En el año de 1535 llegaron a Champotón los primeros frailes franciscanos con la encomienda de evangelizar a los mayas de esas tierras. Para entonces don Francisco de Montejo, padre, había fracasado en su intento de conquista y había abandonado la península de Yucatán. Fr. Jacobo de Testera fue el superior de esta misión fallida. El regreso de militares y los excesos que cometían hizo que los cuatro franciscanos que llegaron tuvieran que salir huyendo de la región, abandonándose así la orden dada por el virrey.

Sin embargo en 1537llegó un nuevo grupo de cinco franciscanos para trabajar en la evangelización, que en aquel entonces, y por varios siglos, fue sinónimo de educación. Finalmente en el año de 1546, proveniente de las Misiones de Guatemala, llegó a Yucatán un nuevo grupo compuestos por los frailes Luis de Villalpando,Juan de Albalate, Ángel Maldonado, Lorenzo de Bienvenida, Melchor de Benavente y Juan de Herrera. Francisco de Montejo, el mozo, eufórico todavía por los clarines de la victoria, recibió con entusiasmo a los frailes y mandó llamar a los caciques de la región y les informó de la labor de estos, recomendándoles que aprendieran lo que se les iba a enseñar que no era otra cosa más que el cristianismo que los redimiría.

Por aquellos años prevalecía el criterio, sostenido fervientemente por la recién fundada Compañía de Jesús, de que evangelizando a los líderes de una sociedad se evangelizaba ésta. En Europa, en cierta media, la visón tuvo éxito: convirtiendo a un príncipe se convertía todo el pueblo. Este principio prevaleció en la Nueva España, y, quizás, con matices diferentes, específicamente en lo relativo a educación, siguió prevaleciendo en Yucatán a lo largo de varios siglos, aun cuando su resultado haya sido incierto. Dice don Octavio Paz que la labor de los evangelizadores en Nueva España fue asombrosa: lograron que un grupo de pueblos cambiaran sus religiones por el cristianismo. La afirmación es incuestionable. Sin embargo el caso de Yucatán merecerá siempre una acotación: los mayas, a pesar de su posición geográfica, habían sido muy abiertos y tolerantes a distintas religiones, quizás con ese espíritu recibieron a los evangelizadores españoles, a su Dios y a sus santos, parecidos éstos últimos a sus deidades. Posiblemente las conversiones, individuales y colectivas, eran para los mayas un rito que no los comprometía a abandonar sus antiguas creencias. Desde luego que ya sabemos el final que tuvo esto con Fray Diego de Landa y otros que se mostraron poco comprensivos ante los amplios criterios religiosos de los mayas. Sin embargo Fr. Luis de Villalpando se preocupó por aprender el idioma maya, labor difícil y compleja para un hombre occidental del siglo XVI; y llegó lejos: elaboró un «arte» – gramática- para todo el que quisiera aprender la lengua de los mayas.

Durante el primer siglo de dominación española llegaron a Yucatán 348 misioneros de la Orden de San Francisco. Es bien sabido que Francisco de Asís fue, quizás, el primer ecologista de la historia de la humanidad, que a su vez encontraba hermandad con todos los hombres y seres de la creación. Con algo de esta convicción, sus hijos espirituales, acometieron la labor de evangelizar, y «occidentalizar», a los mayas de estas tierras en tiempos en que no estaba clara la naturaleza humana de los indios del Nuevo Mundo.

Escudo-franciscano

Escudo Franciscano

En los primeros años de la Colonia la educación tuvo dos vertientes íntimamente ligadas: una se daba en torno a la celebración de la Eucaristía, ya que antes y después de· ésta, se les proporcionaba a los indígena sesiones de adoctrinamiento. Como la asistencia a la misa era obligatoria, al punto de que se pasaba lista de asistencia, el efecto tendía a ser general, con las reservas que implicaba el procedimiento coercitivo que se llevaba a cabo a través de un chuntham que era el encargado de una «parcialidad» del pueblo y en tal sentido responsable de la asistencia de los que estaban bajo su cuidado. La otra vertiente es la que se daba mediante la educación de los hijos de los caciques y principales de los pueblos, de acuerdo a la visión que ya hemos expuesto, y en la que tenía un papel destacado la enseñanza de la doctrina cristiana. Fundada la provincia franciscana de Yucatán y Guatemala, aumentando el número de religiosos y de conventos, la labor educativa se incrementó y, en cierta forma, se profundizó traspasando lo rudimentario de las primeras letras y su condición oral, llegándose a algo de humanidades y de teología casuística, ésta última tan importante en esa época. Sin embargo la educación gravitaba en el centro de la labor fundamental de los franciscanos: evangelizar, no llegaba más allá.

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