Cuando Marx escribió que la religión es el opio de los pueblos esta sustancia servía para remediar algunos males. Claro ha de estar, ese remedio impedía la cura definitiva. Para muchos intelectuales del siglo XX la ideología que devino de Marx cumplía dos exigencias de la religión: expresar las miserias de nuestro mundo y protestar contra ellas. Ente el “ama a tu prójimo como a ti mismo” y la dictadura del proletariado hay una gran diferencia, pero no la hay entre la solidaridad con todos. Entre el hecho de que la Iglesia Católica , después del Concilio Vaticano II, mande la Construcción del Reino de Dios en la tierra y las tentativas del estado socialista universal no hay gran diferencia. El asunto llega más lejos: la llamada Teología de la Liberación asume que los tiempos de Jesús eran similares a los que vive América Latina: pueblos sojuzgados por potencias extranjeras que esperan la redención de un Mesías.  Así se crean dos sinónimos: redención y revolución. El siglo XX se vio marcado por un debate severo: revolución y democracia. En los primeros años de su vida Paz se sintió atraído por la idea de revolución redentora del hombre. El hombre ha vivido a lo largo de su historia una serie de dicotomías: helenos vs bárbaros; cristianos vs paganos , civilización vs barbarie, y las que marcaron el siglo XX fueron estado vs mercado y una versión no menos presente : democracia vs totalitarismo. Octavio Paz vivió  las dicotomías de su tiempo. Casi todas las revoluciones del siglo XX fueron un fracaso, la razón es una: hijas de la razón, de la filosofía, las revoluciones aspiraban a lo imposible: la utopía. Cierto es que el mercado es un mecanismo cruel , pero el Estado, aun con mejores intenciones, llega al mismo resultado: la anulación del hombre . Las revoluciones buscaban la justicia más allá de la legalidad y de la libertad. Negaban los principios liberales del siglo XVII: frente al Estado el ciudadano cuenta con la propiedad privada y la libertad. David Bell había dicho con perspicacia: “A todo intelectual de izquierda le llega su Kronstadt”. En el año de 1921 se levantó el puerto de Kronstad en el Mar Báltico bajo el grito de “mueran los bolcheviques”, la rebelión fue sangrientamente sofocada por el gobierno central y en especial por el comisionado de guerra: León Trosky. A mediados del siglo publicó Paz en Sur, la mítica revista que dirigía Victoria Ocampo, un amplio texto sobre los campos de concentración en la Unión Soviética.   Décadas después Lech Walesa y otros obreros de los astilleros de Gndansk en Polonia evidenciaron que la dictadura del proletariado se daba pero sin estos o, a menudo, contra ellos. Para los años ochentas ya muchos intelectuales con pasados izquierdistas habían hecho un examen de conciencia: Kalakowsky, Furet, Besancon, Howe, Castoradis y Ezensberg, entre los más significativos. Algunos apuntan a Paz y a Mario Vargas Llosa entre los latinoamericanos. Octavio Paz planteó en distintas ocasiones la existencia de tres categorías: los revolucionarios, los rebeldes y los reformistas. Los revolucionarios, desde el siglo X VII, han buscado un cambio total, la instauración de un nuevo orden. Las revoluciones socialistas del siglo XX ignoraron con cierta obstinación que nadie es solidario con el otro sino es libre de serlo y que la historia como el hombre no tiene ninguna lógica. Los reformistas no pretenden sustituir al poder sino marcarle límites, someterlo. Son amigos del diálogo y no de la lucha. Por último los rebeldes representan la relación de Lúcifer con Dios, tampoco pretenden la anulación del poder ni su sustitución, solo aspiran a injuriarlo. En muchos movimientos contemporáneos se aprecia la presencia de los rebeldes que han encontrado su paraíso en las redes sociales. Tras los vientos de democracia que soplaron al final de los años ochenta Paz hizo una reflexión brillante: la democracia es un medio , no es un fin. La democracia es una fórmula de convivencia humana desde los tiempos de los griegos, pero hacen falta proyectos transformadores del hombre. Ese es el reto de la actualidad.