Obra de Fernando Castro Pacheco

El arte es legítimo cuando, trascendiendo los signos de que se vale, nos revela algún misterio del universo. Fernando Castro Pacheco pronto encontró su vocación artística. Al llegar a la ciudad de México su éxito fue inmediato. Llegó a ser director de la Escuela de Pintura del Instituto Nacional de Bellas Artes. Es un lugar común observar el rasgo distintivo de su obra: la independencia de la línea del color sin dañar la luz y la sombra.

Don Fernando Castro Pacheco

Don Fernando Castro Pacheco

El Romanticismo planteó la analogía que asume que el cosmos es regido por un conjunto de reglas vinculatorias. El sonido de las olas, los colores de la naturaleza, las estrellas y los sabores se corresponden con las emociones y las pasiones de los hombres. La analogía justifica la metáfora y nos conduce a la imagen. No estoy seguro que el manejo del color en Castro Pacheco se base en la analogía. Creo que si es una provocación, un estímulo para el alma, que da lugar a distintas lecturas a partir del estado de ánimo de quien contempla las obras.

La obra de don Ferando es un desafío que a la vez nos revela verdades. Quizás podría afirmarse es que hay colores “Castro Pacheco”, seguramente que en un futuro habrán estudios sobre el manejo del color en la obra del pintor yucateco. El arte deja de serlo cuando se pone al servicio de una ideología y se convierte en publicidad. Castro Pacheco pintó mulares con los rostros de Lázaro Cárdenas, Felipe Carrillo Puerto y Salvador Alvarado. Una suerte de exaltación del socialismo. Más afortunado fue en plasmar el logro más valioso de la Revolución Mexicana: la reivindicación de nuestro pasado indígena. En unos y en otros se advierte el talento inmenso de este hombre tocado por el genio.

Tras los murales del palacio de Gobierno don Fernando trabajó a espaldas del “príncipe”. En el gobierno Patricio Patrón Laviada se dio a conocer que estaban dañados algunos murales. Patricio convocó a una comida y yo fui el encargado de llevar al maestro. Cuando el gobernador entró al comedor de Palacio, Castro dijo apuntándome: “yo estoy aquí porque este señor me trajo”. Fue una tarde deliciosa en que se acordó la restauración de los murales de ese museo que es el palacio de la 61. Meses antes de morir don Fernando volvió a acercarse al fuego del “príncipe”, olvidándose que ni da calor ni purifica, solo quema.

Por esos días me encontraba con Raúl Casares G. Cantón en la biblioteca de su casa cuando entró una llamada de don Fernando Castro. Raúl le detalló las gestiones realizadas en México para la construcción de un museo que albergara su obra. Don Fernando quería regalar una parte de sus pinturas, grabados y esculturas a Yucatán. Quizás Castro Pacheco sea el pintor más importante en nuestra historia, es una vergüenza para todos nosotros que no haya un destino digno para la obra que quizo regalarle a su pueblo. Lo es más por la categoría profética de la pintura de don Fernando que nos anuncia verdades. Todas las generaciones venideras estarán marcadas por la policromía Castro Pacheco, no hacerle el servicio a Yucatán de mostrar su obra es empobrecernos y negarnos a nosotros mismos.

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Palacio de gobierno del estado de Yucatán en Mérida. Obras de Don Fernando Castro Pacheco