Felipe Carrillo Puerto

Felipe Carrillo Puerto

Por Gonzalo Navarrete Muñoz

La década de los veintes fue, sin duda, sobresaliente en el siglo pasado, quizás fue la mejor época. Las mujeres, protagonistas de la historia, se subieron el vestido, se soltaron la cintura, se cortaron el pelo-como quizás no lo habían hecho antes-, fueron a la universidad, bailaban y se burlaban de sus críticos. También la intensidad política brilla en esos años con todo su esplendor. El cine se vuelve lo que ha sido. Dijo Oscar Wilde, y dijo bien, que la vida es la que imita al arte. A partir de la década de los veintes occidente tendió a imitar a los modelos del cine: a Mary Pickford, como la “falsa ingenua”, después a Marlene Dietrich como “La Femme fatale”. Rodolfo Valentino, y su prototipo de El Latin Lover, había vibrado en el cine silente y posiblemente prevalecía en la década de los veintes. Alma Reed aludió a los clásicos cuando vio por primera vez a Felipe Carrillo, pero no a los latinos, vio en aquel hombre a una suerte de Aquiles: la encarnación de un Dios griego.

En este cautivador epistolario hay piezas memorables: el amor adulterino y la muerte que no frustra, por el contrario, evita que el amor sea domesticado y lo eleva a la perpetuidad. Edgar Allan Poe decía que no hay nada más melancólico que la muerte de una mujer joven. Empero, no es menos pesaroso el deceso de un hombre enamorado que cae víctima de un crimen mientras iba en busca de la mujer amada.

A lo largo de todas la cartas llegamos a una conclusión común: los hombres ordinarios y los extraordinarios somos sujetos de las mismas pasiones en las cuales podemos consumirnos.

Felipe Carrillo Puerto era un hombre generoso con muy buenas dotes de liderazgo, a esto contribuía su apostura y sus discursos cálidos. El celebre uso de los diminutivos lo acercaban a la gente. Felipe, en los albores de su vida pública fue conservador o, al menos, morenista. Don Delio Moreno Cantón contendió contra don José María Pino Suárez y todo indica que le ganó. Se ha sostenido que Pino Suárez fue impuesto por don Pancho Madero antes de llevárselo como vicepresidente. Carrillo estuvo en prisión por un asesinato y no fue amigo de Salvador Alvarado. Tenía, que duda cabe, una gran capacidad de seducción. Sus experimentos socialistas le consiguieron el reconocimiento de Obregón y de Calles. Lenin envió a un representante al Congreso Socialista del Sureste, David Dubrowsky. Sus empeños socialistas se dirigieron al reparto agrario, fundamentalmente. Tuvo propósitos modernizadores: el impulso al feminismo, con las Ligas Feministas que tanta presencia tuvieron en los “Lunes Rojos” y las tentativas de expandir un programa de control de la natalidad. Se editó el libro “La Brújula del Hogar” que enseñaba a evitar embarazos no deseados. En respuesta a este adelanto don José Vasconcelos propugnó por la creación del Día de las Madres.

Vasconcelos en el capítulo de la Educación se entendió muy bien con Carrillo y así se funda la Universidad del Sudeste, que sería , junto con la de Nuevo León y la de Jalisco, una de las grandes universidades de la provincia mexicana. Proclamaba tener una gran devoción por los mayas, el emblema de este presunto amor se resumía en una de sus últimas frases en vida: “No olvidéis a mis indios”. Siempre sospeché que esta frase nunca la pronunció Carrillo Puerto y si lo hizo sus partidarios deberían disimularla: refleja la mentalidad de un encomendero del siglo XVII, no de un líder socialista. Sin embargo en el documento 75 de este epistolario, una carta de Felipe a Alma, fechada en Mérida el 20 de octubre de 1923, dice:

“Nada de particular hay en esta tierruca en donde tanto se te ama , solo que debo decirte que Manuel, mi Ministro, está cosechando muchas monedas con los boxeadores norteamericanos que trajo y que hasta hoy por ser profesionales nadie les ha podido ganar, así es que ya puedes figurarte cómo han dejado a nuestros pobres inditos a quienes se les ha engañado para que boxeen con ellos…”.

Al Manuel que se refiere Carrillo es don Manuel Cirerol Sansores, secretario particular de Felipe quien le traducía las cartas de Alma. Don Manuel, con don Carlos Martínez de Arredondo, realizó el primer largometraje en México “1810 o Los Libertadores”, es por sí mismo un personaje de la historia del siglo XX mexicano . En esta carta se evidencia la tendencia a la posesión de los indios, frecuente en los blancos y mestizos yucatecos: establece la división de las castas. Sin embargo en todo el epistolario no hay una sola conjugación al estilo de la frase con que tanto se le vincula a Felipe. Por el contrario, este texto nos muestra que Carrillo estaba consciente del engaño de que eran víctimas “sus inditos” y no hacía nada para evitarlo. Más aún: su secretario particular lucraba con la trampa que se les tendía a los pobres indios que se prestaban a recibir las palizas de los boxeadores norteamericanos. La vida privada suele explicar la actuación de los personajes públicos.

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Claro ha de estar que este epistolario es de amor. Son las cartas de dos enamorados, que evolucionan de una pésima sintaxis en las primeras a unas imágenes pretenciosas en las últimas: “¿Alguna vez no has sentido tu cuerpo por no estar tu alma dentro? ….¿Alguna vez has oído cantar a las aves sin estar ellas presentes?…” le inquiere Felipe a su amada Alma, su Pixancita (diminutivo de Pixán, alma en maya) . El amor es un misterio en el que lo único cierto es el deseo que tienen los enamorados de estar juntos. Lo demás nace y crece en la patria de la ilusión. A pesar de esta condición en esta correspondencia enamorada se muestra la década de los veintes, al menos la de la historia de Yucatán y la de México. El distintivo del discurso público de Felipe Carrillo Puerto fue su amor a los indios mayas, sin embargo protegió a Edward Thompson quien compró la hacienda Chichén y dragó el cenote sagrado de los mayas y envió a los Estados Unidos un bueno número de piezas prehispánicas, años después se le siguió un juicio, estando él fuera de México, y se recobró algo de lo robado. Mucho amor a los mayas pero protegía a quien saqueaba su sagrado patrimonio histórico. Desde la edición del diario de Alma Reed quedó documentado que Felipe sabía lo que hacía su amigo Thompson. Menos equívoco, aunque también significativo, resulta que a Alma Reed la llamase por igual Pixán y My Darling. Era muy feminista pero hizo aprobar un decreto por el cual se podía obtener el divorcio sin que la otra parte se enterara. Así se divorcio de doña Isabel Palma , su esposa por más de veinticinco años. Hay mucha poesía en toda la historia: doña Isabelita fue la única que hizo algo por salvar la vida de Felipe mientras estuvo preso en la ciudad de Mérida: visitó a don Carlos R. Menéndez González , periodista distinguidísimo y antiguo camarada de Felipe, para que interviniera. Don Carlos no solo habló con Ricardez Broca, militar De la Huertista que prendió a Carrillo y los suyos, sino que le envió un telegrama a don Juan Malpica , director de El Dictamen de Veracruz, para que consiguiera un salvoconducto de Adolfo De la Huerta para Felipe y sus acompañantes. Se obtuvo el documento pero Ricardez Broca no lo respetó. Ninguna de las mujeres que integraba la Liga Feminista, ni ningún miembro del Partido Socialista del Sureste levantó la voz por el líder caído. Doña Isabel, la repudiada, lo hizo.

De cualquier manera si, como bien se dice, un índice de la salud de los pueblos es el grado de libertad de las mujeres, la era “felipista” pretendió ser muy saludable.

Felipe Carrillo Puerto es una figura trágica. Por años creí que los políticos envilecen a la humanidad reduciendo los complejos sucesos a una lucha por el poder. Creí que Carrillo Puerto no era “Mártir del Proletariado”, sino “Mártir del Amor”, condición más rica y trascendente. Sabemos que Felipe abandonaba la plaza para irse a casar con Alma, su pixancita, La Peregrina de ojos claros y divinos y mejillas encendidas de arrebol. Esa era para mi la hermosa hybris del héroe. Más aun, leyendo el diario del Alma Reed y las primeras cartas de este epistolario sentimos la presencia de Fourier que propone la emancipación de las normas y establece que el camino más corto entre dos seres es la atracción absoluta que debe concluir en la culminación del deseo con el placer. Para Sade esa atracción es una transgresión. Freud la ve pero propone la sublimación para evitar que la sociedad se desgarre en medio de pasiones no controladas. Alma y Felipe eliminaron la distancia y hoy sabemos que desde el primer viaje se consumó el amor. No fue en la noche de Santiago-como el poema de García Lorca- sino en la de Kanasín, tampoco fue por compromiso aunque si se apagaron los faroles y se encendieron los grillos, posiblemente hubo muslos con ardor y otros con frío que pronto lograron su temperatura. Felipe se enamoró porque la gringuita no tenía marido y regaló un terno no de rojo pajizo sino encendido. Es curioso como los hombres nos detenemos en una época: el traje típico de Yucatán ha sufrido cambios a lo largo de los siglos, el territorio álgido ha sido la cintura. Sin embargo ya va para un siglo que se quedó en la moda de los veintes: sin cintura y muy al estilo de Coco Channel. Me he preguntado qué tanto ha influido en esto la historia de La Peregrina.

Felipe no era un hombre frívolo, si lo hubiera sido hubiera manejado la situación de otra manera. Alma era una mujer guapa que no había cumplido treinta años y estaba muy consciente de su poder: una y otra vez le insinuaba al atribulado amante sus deseos de irse a Europa hacer reportajes. Una y otra vez Felipe se revela suplicante. Les ruego me permitan una digresión: en lecho y la mesa están unidos, ambos sirven al alma y al cuerpo, ambos han sido proscritos como pecados capitales: la lujuria y la gula. Felipe Carrillo Puerto está íntimamente vinculado a la creación de los “Huevos Motuleños”, plato que aparece en restaurantes de París. Esta receta fue inventada en el restaurante la Sin Rival de Motul por el dueño, el Sr. Siqueff, sin embargo están basados en lo huevos que se preparaban para los desayunos socialistas de Felipe. No está Alma ligada, pero quizás se convirtió en un plato insigne de la cocina yucateca con algo del reflejo del amor de Pixán y de Hipil, sino es así, el plato será verdaderamente una leyenda a partir de que la historia se difunda más.

Creo que este magnífico epistolario nos muestra cual es la verdadera naturaleza de la hybris de Felipe Carrillo Puerto y por eso su aportación es valiosa para la historia de Yucatán. En el documento 42 que es la carta de Felipe dirigida a Alma , fechada en Mérida en agosto de 1923, dice:

“Toda mi vida me la he pasado corrigiendo entuertos como El Quijote y a pesar de todos mis esfuerzos todavía la pena me agobia por las tantas injusticias y miserias humanas: pero más apenado estoy cuando veo mi impotencia para aliviar tantos males… ”.

Los héroes no pueden fatigarse al punto de abandonar la causa, perder la fe en sí mismos y en su tarea. Si lo hacen la causa misma y sus paradojas los destruirán. Esa es la verdadera hybris de Felipe, menos encantadora que el amor, pero con resultados igualmente trágicos. Si , hay en ella elementos de pasión amorosa: pensaba iniciar una nueva vida con su amada Peregrina, una vida cuya causa primigenia era hacer feliz a la mujer con la que salía del laberinto de los entuertos, con la mujer que lo liberaba de la trampa en que se encontraba. A Alma Reed la redime su gran amor por México que existió antes de conocer a Felipe y prosiguió después no solo en la devoción a José Clemente Orozco y su obra sino hasta el punto de vivir y morir en nuestro país. Corrijo: la tragedia les otorga a los protagonistas la eternidad, ahí están en muchas cosas los dos amantes. Y , a partir de hoy, en este fascinante libro.