RESPUESTA

Por «Jorge Álvarez Tendón»

En el hacinamiento creciente de escritores jóvenes y con pretensiones, Ricardo Tatto se ha caracterizado por utilizar los malabarismos de la contradicción en cuantos temas se le ocurre transitar. Cree que, de esa manera, tendra el libre disfrute de la admiración pública y sus obstinaciones lo harán vecino de los grandes de la pluma.

Ahora se la ha tomado con los dos cronistas de la ciudad que contamos con mayor edad. En su opinion, los ancianos – todos, debemos creer – son un hervidero de anacronismos, frustraciones e incapacidades. No podemos opinar con lucidez y de continuo nos desplomamos en desajustes de criterio. Nada de provecho se obtiene de nuestros textos.

Ni Winston Churchil, ni el Mahatma Gandhi, ni Charles de Gaulle estaban en condiciones de servir de guias a sus pueblos. No sabemos aún como Sófocles, a los noventa años de edad, compuso Edipo en Colona dejando boquiabiertos a los arcontes o Miguel de Cervantes, en la tercera edad, firmó la segunda parte del Quijote.

En especial con el que escribe el sr. Tatto se ha comportado con especial cortesía. Soy un xenófobo, un elitista, un incapaz de mirar para el futuro y un individuo que sólo escribe de vez en cuando y nunca de la Merida presente y actuante.

Aunque conozco perfectamente qué obscura mano maneja los hilos del sr. Tatto en busca de su acomodo como “comunicador” de perfil contemporáneo, prefiero no entrar en discusión esteril. Solo voy a aclarar ciertos puntos que quienes han sido mis lectores por mas de 43 años conocen de sobra:

-Siempre ha escrito de lo que he visto y conocido de primera mano. Esa es la labor de un cronista. La tarea del historiador es otra.

-Mis Estampas se han referido generalmente a la forma de vivir de la clase media, nunca de la aristocracia ya sea de la sangre o del dinero. Hablo de experiencias, no de lo que contienen viejos legajos en las bibliotecas públicas.

-Jamás he redactado una línea contra los extranjeros o los fuereños, aunque si he testimoniado la opinión de las antiguas generaciones al respecto. Tampoco he menospreciado jamás a las personas de origen maya, algunas de las cueles son muy cercanas amigas mías.

-Es cierto que ahora, después de una dolencia, estoy algo trabajoso de cuerpo, pero no fue asi en los pasados veinte años que he tenido el honor de ser cronista de la ciudad.

Aparte, el equilibrista de adjetivos se olvida de la falta de apoyo que los cronistas hemos padecido por parte de los sucesivos cabildos. Una cosa es ser “honorario” y otra muy distinta que debamos devengar nuestro dinero para cumplir con nuestras “obligaciones”.