Restaurante el Cedro, Mérida.

Restaurante el Cedro, Mérida.

Visité El Cedro un domingo de buffet. Ubicado en la Plaza Líbano, no desentona, se encuentra una armonía con la especialidad de la casa. La sencillez de la decoración y de la mesa principal puede llamar a desconcierto. La decoración es parte de la calidad de un restaurante, al menos de su capacidad de estimular. Pero ya instalado uno logra sentirse muy cómodo en un espacio limpio y amable. Desde luego que el primer plato  fue de Tabule, la legendaria ensalada de Siria y Líbano pero que prevalece en todo el mundo árabe en el caluroso estío; tradicionalmente es perejil finamente picado con trigo bulgur, aceite de oliva, tomate, lechuga, hierbas aromáticas con jugo de limón. Al mismo tiempo me dejé ir sobre unos Fatayer que nosotros llamamos Eftoyers y unos Sambusek, que son las legendarias empanadas egipcias, ambos estaban estupendos tan solo por recién hechos. Cierto, carecían de la consistencia de otros sitios, de la suavidad de la masa, pero, en cambio, estaban recién hechos y producían el crujiente que se percibe en la parte frontal de la cabeza y que resulta un gran acompañante de los sabores. El chef Eduardo Pérez Romero, verdadero experto en cocina mediterránea, opina que el mejor Baba Ghanush de Mérida se come en El Cedro. Yo lo encontré diferente, apenas si sentí el sabor ahumado que le es imprescindible a la berenjena. El Baba Ghanush, como muchas otras recetas árabes, también es judía. Aunque los libaneses son más sensuales, sin lugar a dudas. No hay que olvidar que el Baba Ghanush atenta contra la virtud de las mujeres por su poder afrodisíaco, o con mayor precisión: perturbador. El Humus estuvo espléndido, no se trataba de la garbanza molida que se como en muchos restaurantes de cocina árabe, sino que tenía su tahina y su limón, causándome una magnífica impresión el que tuviera zaatar encima. Todo iba muy bien acompañado con el pan Pita, de estirpe griega, fresco y frito, estaba delicioso éste último, sin faltar el pan kaj. Tanto los arrollados de repollo como los de parra, los legendarios Meshe Waraq El Enab, tenían cierto tamaño liliputense que me pareció muy afortunado para un buffet, a decir verdad todo un acierto. Tuve tiempo de comer el Kibi Bola que estaba relleno de carne y piñones, lo que no deja de ser un acontecimiento. Otra referencia: el kibi de El Cedro permite apreciar las dos texturas, la dorada por fuera y la suave por dentro. Para mi gusto se pasó un poco lo tostado, no llegando a ningún extremo ni demeritando al kibi. No hay que preguntar si algo gusta o no: basta ver el plato. Los Kibis en nuestros platos se esfumaron. No hubo energías ni para el Kibi Crudo ni para la Gallina Rellena, prescindiendo también del Mjadra que es exquisito. No había Maamuoles pero si Dedos de Novia , los probé. Sin embargo me receté dos raciones de gelatina de yogur que estaba de antología. Me sentí muy complacido de mi visita a El Cedro que remató con una taza de café árabe: aromático, dulce, exquisito y recio. Por encima de todo me quedé con la impronta de la atención tan esmerada y cálida.