Céfiro , en la mitología griega, es el dios del viento del oeste, el que anuncia la primavera. Sor Juana lo escribía Zéfiro y de ahí que sea el nombre del restaurante de la Universidad del Claustro de Sor Juana. En la calle de San Jerónimo, a unos metros del convento, se encuentra el restaurante. Ocupa la mítica celda que el arquitecto Tolsá construyera para la marquesa de Sierra Nevada cuando decidió ser monja. Ahí nos dimos cita: Mike Shussleer , Sara Poot, María Emilia y Marina Chávez. Comeríamos y caminaríamos al claustro para la ceremonia de entrega de la presea Sor Juan Inés de la Cruz a nuestra amiga Elena Poniatowska. Teníamos algo de prisa y solo Sara se recetó un tequila , los demás nos fuimos al menú. Yo di cuenta de una ensalada intrigante: lechuga, naranja, aceite balsámico, queso blanco y eucalipto. La combinación fue espléndida y dio paso al siguiente plato: tacos de jaiba con salsa de chile pasilla y granos de elote. Sor Juana fue buena cocinera, o , al menos, eso sostiene una leyenda. Este restaurante honra esa historia, es sin duda uno de los mejores de la ciudad de México. Los tacos de jaiba estaban exquisitos, una verdadera delicia. El sabor era de una tersura usando el chile con un gran talento. La cocina es una experiencia sensual, espiritual y cultural. En el Zéfiro se dan explicaciones de cada uno de los paltos, lo que contribuye a la experiencia cultural, tanto más cuando hacen alusiones a la rara avis in terra que fue Sor Juana. Sara Poot se empezó a impacientar: el reloj avanzaba a las zonas de la puntualidad. Le dije: “Tu vas a participar, no van a empezar sin ti: calma”. Pero llegamos a los postres y yo elegí un helado de macadamia con láminas de chocolate amargo. Estaba sublime y me evocó el canto de un coro angelical. Sara insistí en el horario. Volví: “adelántate y nos separas lugares”. Finalmente Sara se adelantó. Yo no tomé café, los demás si. Todos habían hecho la misma elección: un postre barroco de hojaldre con helado y otros ingredientes. Finalmente pagamos y salimos caminado con calma. Por la histórica calle de San Jerónimo entramos al claustro. El antiguo convento de San Jerónimo ejerce sobre mí una fascinación extraordinaria. Siento la presencia de las 80 monjas de los tiempos de Sor Juana. Las imagino en el refectorio, en el locutorio , en el coro y en los largos pasillos. Pienso en la Musa Décima escribiendo su portentosa obra . Veo la limpieza del Valle de México del siglo XVII y la claridad intelectual de Sor Juana, la poeta “del delirio racional”, como la llamó Octavio Paz. Delirio y razón son términos opuestos que hacen un concepto poético  propio de esa mujer única: la mejor de todos. Al entrar al Auditorio Divino Narciso nos recibió Carmen Beatriz López Portillo Romano, la  rectora de la universidad. Mujer fina e inteligente, toda una gran señora que nos regaló su calidez de bienvenida. En el auditorio teníamos espacios reservados. A María Emilia, que tiene los ojos más lindos de México, y a mi nos dieron asientos cercanos al escenario pero María Emilia iba salir antes y prefirió otros asientos. En la ceremonia hablaron Carmen Beatriz, Sara , Cristina Rivera Garza y la propia Elena.  Mérida , la capital americana de la cultura, estuvo presente. Los textos de Carmen Beatriz y de Cristina habían sido leídos ya en Mérida. El de la rectora en una mesa sobre “Las Tres Elenas”: Garro, Urrutia y Poniatowska. El de Cristina en la Filey.  Estas referencias a Mérida , no siendo de alcance masivos, se convierten en un pie de página: por la calidad del auditorio serán citadas una y otra vez. Al día siguiente se inauguraba la Semana de Yucatán en México, sin embargo más hace por el buen nombre del Estado estas alusiones que la pirotecnia del exhibicionismo. Sara comparó a Elena con Sor Juana. Los brillantes ojos de Sara, su sonrisa limpia e inteligente hicieron todas una inundación castálida, como se llama la revista de El Claustro.  Todas las mujeres estuvieron espléndidas esa tarde memorable. El texto de Carmen Beatriz está inspirado en Fernando del Paso y sus Noticias del Imperio. Con constantes alusiones a Elena se va tejiendo la definición de esta valiosa mujer mexicana. En la Fil de Guadalajara una mujer de Colima me dijo: “es la madre de todos los mexicanos”. Podría referirse a su solidaridad con los más débiles , a su voz y su pluma tan atenta de todos . Así, esa noche protestó contra los crímenes a los periodistas y  se dejó oir su crítica contra este sexenio interminable. Al finalizar la ceremonia, que contó con un número del coro de la universidad, pasamos a uno de los patios. Evoqué los tiempos en que el legendario edificio fue un salón de baile propiedad de otra mujer notable: Antonieta Rivas Mercado. Una pequeña recepción se desenvolvía con bocadillos, pastel , vino y mariachis. Saludé a la linda Raquel Sarur y a Tanios Karam, por ahí estaba Rodolfo Cobos , director de la Filey y Jorge Esmá Bazán. Ya bien entrada la noche atravesé la martirizada ciudad de México , el Valle del Pecado en que se ha convertido la Región más Transparente del Aire, para dormir el Primer Sueño.