El Tomate

 

Los mexicas lo llamaban tomatl y al igual que chocolate, la papa, la fresa y otros tantos ingredientes, el tomate fue una aportación del Nuevo Mundo a la cocina universal y particularmente a la de occidente. No fue fácil que los aztecas convencieran a los españoles de las virtudes sabrosas del tomate.

Los nombres mismos llamaban a desconfianza. Los mexicas decían tomah para llamar a lo que crecía; Tomahua era crecer, tomahuac, cosa acrecentada; y tomahuacayotl, la combinación de tomates, quelites y chiles. Finalmente los españoles se rindieron ante las cautivantes salsas de tomate.

Según la crónica del viajero I. Jouvin, quien en 1672 estuvo en España, el tomate era desconocido en el resto de Europa, aunque los españoles lo comían con asiduidad desde más de un siglo antes.

El tomate de España pasó a Italia y se convirtió en el pomodoro, bola de oro. Justamente en el siglo XVI fue introducido a Nápoles que por aquel entonces en un dominio español. Los italianos, con la estética que en ellos en una forma de vida, lo llamaron pomodoroque es como decir “fruto de oro”.

Precisemos: hay vagas noticias que desde la primera hora los españoles lo llamaron “manzana de amor”. De Italia el tomate pasó a la Provenza Francesa. Lo cierto es que en España abundaban, en el siglo XVIII, las salsas de tomate, quizá un tanto fuertes para los paladares europeos, como nos lo declara el muy propio barón de Bourgoing. Pero en Italia tuvo su gran impulso a partir de que en el sur del país hubo una gran carestía, lo que obligó a considerar al tomate como una opción. Curiosa situación: ¿podría entenderse la comida italiana contemporánea sin el tomate o la norteamericana?