Bien ha dicho don Luis Ramírez Rosado : se dio el gran auge del comunismo-y un “telón de acero” cayó sobre parte de Europa- y un día cayó el Muro de Berlín ; el hombre llegó a la luna y se inició una era sorprendente de comunicación satelital; la falda se hizo corta, reobró su tamaño anterior y volvió a hacerse corta; el mundo vio asombrado la vida de personajes como Gandhi, Martín Luther King, la madre Teresa de Clalcuta y el papa Juan Pablo II y aquel joven de 18 que ingresó como maestro de su antiguo colegio ha permanecido en él como maestro y subdirector y secretario.  Don Luis ha visto pasar a seis papas, diez presidentes de la República y a miles de ex alumnos, del Colegio Montejo, del Centro Universitario Montejo y de la Universidad Marista.

Luis Alberto, hijo del QFB Norberto Ramírez Regil y de doña María Jesús Rosado Iturralde de Ramírez, nació en la ciudad de Mérida el 7 de marzo de 1930. En el Colegio Montejo estudió desde el tercer año de primaria hasta concluir la secundaria, cursando el bachillerato en la Universidad de Yucatán pues no había preparatorias particulares. Se gradúo de maestro y también de Contador Privado y Auditor. Ingresó como maestro del Colegio Montejo en el año de 1948 como maestro del primer año de primaria. Posteriormente impartiría clases en el segundo, tercero y sexto. En 1957 asumió la cátedra de Matemáticas en Secundaria y se daba tiempo, por las tardes, para ayudar al H. Erasto Meza en la Secretaría del Colegio. Finalmente en el año de 1962 ascendió al puesto de Secretario-Subdirector. Ya desde 1960 , en unión del H. Ramón Pedroza y Pardo y del Dr. Jorge Muñoz Rubio, realizó los trámites necesarios para fundar la Preparatoria . Su vinculación con la historia marista en Yucatán ha dado para más: en 1996 estuvo entre los ex alumnos que fundaron la Universidad Marista. Adicionalmente al minucioso trabajo que desempeñaba en el Colegio Montejo don Luis se daba tiempo para ser maestro, en distintas épocas,  en los colegios Joaquín Peón Aznar, Olegario Molina Solís, Central , María González Palma, Instituto Insurgentes y Centro Escolar Miguel Alemán. Fue el H. Bruno Cortés quien juzgó conveniente solicitarle al maestro Ramírez Rosado que se dedicara únicamente a las labores administrativas y a las relaciones con la SEP la Universidad y las distintas oficinas de gobierno que tenían ingerencia en el Colegio. A pesar de que los colegios con orientación religiosa estaban proscritos y eran vistos como un problema social que había que tolerar la personalidad de don Luis Ramírez Rosado obtuvo, para un colegio que adicionalmente realizaba una suerte de provocación  por llevar el nombre del conquistador, el respeto y la consideración de los maestros e inspectores de la época. Otra peculiaridad asombrosa: para todos los ex alumnos hay un sitio en la memoria de don Luis, él sabe de ellos que ellos mismos, los conoció cuando cada quien era lo que era y no lo que pretendía aparentar, los vio reír, llorar, angustiarse , rezar con  inocencia infantil, retar con la insolencia de la primera juventud, hablar con la desnudez con que se habla en la adolescencia.

Su dilatada carrera profesional no ha estado exenta de reconocimientos: en 1989 el gobierno federal le otorgó la Medalla Manuel Altamirano y el diploma correspondiente firmado por el presidente de la república; en 1991 los superiores maristas con sede en Roma el otorgaron el Reconocimiento de Hermano Marista Afiliado; en 1998 la Provincia Marista México Occidental le otorgó la Medalla de Oro Marcelino Champagnat. Se le ha reconocido como Hermano Marista Asociado y la Universidad Marista le ha rendido un homenaje con la distinción respectiva. Pero esto poco ha de importante. Lo digno de atención es la vida de este hombre  consagrado a la formación de la juventud. Hay en su biografía algo extraordinario que se convierte en la gran enseñanza de este maestro: el amor por su tarea y la dignidad para realizarla, más allá de las ambiciones que aquejan a nuestra sociedad: el poder, el placer y el dinero.  Quizás algún día la ciudad le haga un monumento a este hombre sencillo, quizá algún día una calle lleve su nombre, las dos cosas serían sanas por el bien de nuestra comunidad y para las generaciones futuras. Sin embargo,  sus ex alumnos podrán volver la mirada una y otra vez al monumento que es la vida de don Luis Ramírez Rosado para encontrar en ella más de lo que en las aulas se puede aprender.