Ya había visto Nosotros los Nobles , inspirada en EL Gran Calavera dirigida por el legendario Luis Buñuel y protagonizada por don Fernando Soler, cuando vi ¿Qué culpa se tiene el niño?. Fue una noche de Netflix, como se tienen varias en un mes, cuando me topé con esta cinta basada en El Inocente de Pedro Infante y Silvia Pinal. A pesar de que parece un ensamble de escenas, y que el guión fue hecho por muchas manos, la película me atrapó. Karla Souza es un aval: es delirantemente linda y tiene arte, porque ella misma es una obra de arte de la naturaleza, tanto que algunas de sus escenas parecen perfectas. Es lamentable que el talento de estar mujer no pueda lucirse en esta película en forma continua, los cambios del personaje-en una escena dice algo y en la otra hace lo contrario- y la historia maltrecha lo impidan. Al muchachito no lo pudieron rescatar del confinamiento a la zona de la inocencia y sus parientes, las tonterías; hubiera bastado una frase ara redimirlo: cuando ella le pide que sean novios , él pudo haberle contestado : “No puedo estoy casado y ella es lo mejor que me ha pasado”. Por lo demás la película logra el efecto previsto en la mayoría de los hombres que la ven: estímulo porque una mujer bellísima y rica vive un romance con un muchacho pobre y ajeno al éxito, esa maldición que martiriza a mujeres y hombres contemporáneos. También queda claro que se elimina la discriminación: una niña rica vive un romance con un “naquito buena onda ”. Parece ser que se tiene un grave error : no se les ve sufrir a los personajes por su amor. Esta omisión empobrece la película. A un tiempo las escenas de amor entre la pareja son fugaces, como si alguien tuviera miedo a lo cursí. García Márquez en el Amor en Los Tiempos de Cólera , exonera una declaración de amor de toda ridiculez con un pájaro que purifica el vientre justo sobre los enamorados, algo así pudo haberse logrado de ser necesario.

Pero he aquí que María Félix y Dolores del Río no fueron buenas actrices , salvo en algún caso; lo mismo se puede decir de Columba Domínguez, ellas quedaban muy por debajo de las actrices de cuadro forjadas en el teatro. Emma Roldán, Amelia Wilhelmy , Delia Magaña, Dolores Camarillo, “Frausita”; Lupe Inclán, Consuelo  Guerrero de Luna, Mimí Derba, entre tantas otras, daban estructura a las películas de la época de oro, las protagonistas eran más para la publicidad . Mucho más se puede decir de doña Sara García, Joaquín Pardavé y el más grande de los actores de cine que ha tenido este país: Fernando Soler, ellos sí eran actores de primera , por eso fueron protagonistas. Nunca las figuras estelares del cine mexicano tuvieron la talla de Doña Virgina Fábregas o Maria Teresa Montoya. Silvia Pinal es un caso diferente: más completa, caso único, lo mismo hacía drama que comedia musical. Karla Souza no tiene cuello, no es alta, no tiene cintura, tiene piernas delgadas , pero el conjunto da como resultado una belleza sublime: como si Dios la hubiera hecho a mano. Si a esto le adicionamos un talento trabajado, muy superior al de las divas clásicas,  podremos explicarnos porque sus películas son tan taquilleras y la vuelven un referente. La hemos visto en comedias pero en  el drama puede brillar más su talento. Esta linda joven está trabajando en Holywood, ya logró el éxito pero éste este un concepto efímero , la trascendencia solo la puede lograr en México, como sucedió con María Félix y Dolores del Río, ambas con éxito en el extranjero. Sin embargo  esta película de Karla Souza  da un testimonio espléndido y lo da , al menos, en dos espacios: las mujeres contemporáneas y el uso del lenguaje.

Las mujeres contemporáneas se han liberado de su familia y de sus parejas pero nunca podrán hacerlo de las leyes de la naturaleza y de los hijos, los censores implacables. Para la violación a  las leyes de la naturaleza  el aborto nunca es una alternativa fácil,  en cualquier caso es  trágica y no liberadora: la mujer quedará atada a ese hecho por el resto de su vida. Esta realidad subyace en esta película que también muestra una característica paradójica  de la mujer mexicana: quiere la absoluta libertad pero con  el anillo, la boda y  la aspiración a conjugar…”me lleva”, “me mantiene”, “me da”, etc. Pero no es fácil que la boda se  de cuando se vive una vida marital con el novio. Este es un dilema que tendrá que arreglarse. Es curioso, en EL Inocente de Pedro Infante, la boda se hace por lo civil, para evitar compromisos ineludibles,  y en esta película por la Iglesia, justamente con el mismo propósito. Esto es una muestra de la visión que se tiene del matrimonio. Comprometen las leyes civiles; las religiosas, no , nunca. Jurar ante Dios es jurar ante nadie, parece decirse. La posición de la Iglesia en México es mucho más grave de lo que se quiere aceptar.

Ni la belleza infinita ni el talento de Karla Souza son tan fascinantes como el uso del lenguaje. En el altiplano mexicano se habla el lenguaje del conquistado: el uso del diminutivo y el lenguaje amable, ambos hablan de una sensibilidad que se quiere proteger del “otro”. Si a esto le sumamos que todos los pueblos de la tierra separan un conjunto de palabras a las que no les dan visa social mas nos sorprenderá lo que ocurre en esta película. En la historia del lenguaje del mexicano hay un proceso continuo de eufemismos que se crean  para suavizar las palabras: ya no hay ciegos sino invidentes o personas con capacidades diferentes; las prostitutas son sexoservidoras, las hay de carácter ambulante o de carácter fijo; los ancianos son adultos en plenitud, ect; algunas sustituciones parecen legítimas: blanquillos por huevos, así se evita que la señora vaya  a la tienda y pregunte al tendero “¿Tiene huevos?”; lo mismo ocurrió con caray y caramba que sustituyen a carajo que solo tiene una acepción: miembro viril. Pero en esta película las llamadas altisonancias cobran   decencia y aparecen en cenas familiares, conversaciones entre enamorados y sin provocación alguna. “Mis huevos”-dicho por una mujer-“cabrón”, “pendejo” y otros improperios danzan con singular confianza, como “los acostones”, “las calenturas pasajeras” , “los me cojes sin que me entere”, “te quieres echar a la Maru”, etc.  En muy pocas películas se ve con tal claridad  y soltura ese nuevo lenguaje en las clases altas y presuntamente educadas, que a un tiempo es reflejo del lenguaje de toda la población. Se siguen usando los diminutivos como una fórmula de protección ante la posible embestida de los otros.  No se sabe si esto es una emancipación del lenguaje del conquistado o es un proceso de degradación , o las dos cosas.  Pero  bajo cualquier hipótesis esta es una película que merece ser vista como un testimonio de su época.