La tarde se estaba poniendo súbitamente fresca. Atravesábamos la Colonia Roma de la ciudad de México, que fiel cumplía el destino de lo aristocrático: el martirio. Esta hermosa colonia fue levantada a principios del siglo XX con mansiones de abolengo. La recorrí hace exactamente treinta años y todavía guardaba su exquisito sabor, incluida la elegancia del Art Decó. Ciertamente, el Art Nuovó y el Art Decó han dado paso a un insufrible Art Nacó que nos nubla la vista y nos hace peores. No es el caso de la CasaLamm, restaurada y convertida en un centro cultural cautivador. En uno de sus salones nos congregamos algunos integrantes de la Academia Mexicana de la Lengua, familiares de los cuatro personajes que se evocarían, otros invitados y tres integrantes de la Academia Yucatanense de la Lengua: Martiniano Alcocer, Carlos Peniche Ponce y yo. José Peón Contreras y Antonio Mediz Bolio  estaban en la nómina de los homenajeados, de ahí que en representación del gobierno del Estado estuviera el Lic. Jorge Carlos Ramírez Marín. Acudió también el senador Dr. Hugo Laviada Molina. El licenciado Vallarta que se encontraba con su esposa, descendiente de Peón Contreras, al oír los apellidos de Hugo empezó a hablar de su amigo Ñaño- Iñigo Laviada Arrigunaga- y de la visita que le hiciera a Huayo en Mérida poco antes de morir. Hugo no se desprendía de su habitual y cálida sonrisa. Apenas si tuve tiempo para comentar que Hugo era hijo de Huayo , sobrino de Ñaño y de Tony y nieto de la tía Fausta. El académico don Arturo Azuela abrió la noche evocando a don Andrés Idearte quien fuera maestro de la universidad de Columbia en Nueva York. Don Andrés era director del INBA en los días en que murió Frida  y se le rindió un homenaje en el Palacio de Bellas Artes; pero, los “fridos”, sus alumnos, con el consentimiento de Diego pusieron la bandera de la hoz y el martillo sobre el catafalco de la pintura. Al día siguiente, con dispensa de trámites, don Andrés fue separado de su puesto. Eran otros tiempos. Don Adolfo Castañón se ocupó de Mediz Bolio. Se concentró en dos puntos: la relación de don Antonio con Alfonso Reyes y algunos artículos del libro “A la Sombra de mi Ceiba”, fue una lástima que la vasta  obra de Mediz Bolio se redujera más allá de lo que exigía el programa, así lo comentamos con  Adolfo al terminar el evento. Jorge Carlos Ramírez Marín, que estaba sentado atrás de mi, al terminar la intervención de Adolfo, me dijo al oído: “Pensé que iba a terminar con el verso:

 

“Cada ves que estrena Mediz

Un drama histórico nuevo,

Le crece más la nariz

Y se le encogen los (aquí debe ir una palabra que equivale a lo que ponen las gallinas)”

 

Conozco a Jorge Carlos desde que era un muchacho- cuando aun no había contraído el virus de la política- y siempre estuve convencido que haría un notable carrera intelectual. Pero las cosas pasan porque pasan.

Don José Moreno de Alba dio una cátedra para este tipo de exposiciones  dejando claro quien fue don Alejandro Quijano para la Academia Mexicana de la Lengua, el fundador de su infraestructura: la biblioteca y la incorporación de hombres y mujeres de gran valía. La intervención de don Felipe Garrido fue sorprendente y habré de decir que muy  seductora. El trabajo de don Felipe fue cuidadoso y bien armado, nos sorprendió al reconocer, lo que es inusual, la talla de José Peón Conteras como el gran dramaturgo mexicano de la segunda mitad del siglo XIX. No escatimó don Felipe los datos para exponer el legendario éxito que tuvo la presentación del drama “La Hija del Rey” en la ciudad de México. La admiración de José Martí, precursor del modernismo, fue otra arista cautivadora.  La exposición fue entrañable: don Felipe habló del estudio cariñoso de nuestro Rubén Reyes Ramírez sobre la obra de Peón Contreras. Cuando nos despedíamos le comenté a don Felipe que Peón Contreras fue uno de los padres de la canción yucateca: “!Hombre, hubieran traído un trío¡”, me recriminó con gracia. Desde luego que Carlos Peniche Ponce fue el héroe de los descendientes de Peón Contreras que se encontraban en la sala, incluido el licenciado José Prida, descendiente, también, de Benito Juárez. Como familiar de don Antonio estuvo presente Francisco Solís Peón, situación que asombró a la linda Gloria Gaspar, la asistente de Fausto Zerón Medina, a quien saludé con afecto. Fausto es un hombre de maneras encantadoras, conversar con él siempre es un placer. José Moreno de Alba , al iniciar la sesión dijo con plena lucidez que la Academia nunca olvidaría a sus integrantes y ayudaría a México a recordarlos. Nada más cierto: la memoria eleva la calidad de  vida.

 

PIE DE PAGINA:

Fernando Espejo se atrevió a morirse sin tomarnos en cuenta. Don Jorge Cárdenas se fue como le gustaba hacer las cosas: muy temprano. Y yo, por no poder llorar, estoy sudando helado. ¿Qué médico puede recetarme algún expectorante para la pena?