Tuve el privilegio de sentarme el día del último informe del gobernador en compañía de Fernando Espejo Méndez y Arcadio Poveda, binomio cautivador que se dio a la tarea de escribir un libro sobre el cráter de Chicxulub (vocablo que algunos derivan de unas voces mayas que se entienden como “pozo del cuerno rojo”). Quizás no exista ninguna coincidencia:  poca es la diferencia entre un poeta y un astrónomo. Antes, mientras saludaba a Margarita Díaz Rubio, se aproximó don Adolfo Peniche Pérez quien llevaba una guayabera algo estilizada: sin bolsas y con varios pliegues, “así se usaban en los años sesenta”, le dijo Margarita para preguntarle “¿Cómo estás?” Intervine en calidad de espontáneo: “Pues ha de estar muy bien, logró una proeza: una victoria sin trofeo, pero victoria a fin”. Saludé a don Federico Granja Ricalde y me dijo: “No estoy interesado en participar en el próximo gobierno, pero puede ser que mi opinión sirva”. Recordamos que él había sido secretario particular de don Armando Carrillo Tenorio cuando fue alcalde de la ciudad. También saludé a Jorge Carlos Ramírez Marín con quien concentré en hablar de la educación  de los hijos adolescentes. Raúl Casares G. Cantón, punta en blanco, como siempre, llegó acompañado de don Luis Aguiar Ayala y de Luis Medina Cantillo, el condiscípulo de Carlos Castillo Peraza que solía ganarle el primer lugar en clases. Mario Martínez Campos, que ha bajado ya cuarenta kilos-cifra emblemática en los últimos tiempos- me habló, con su habitual generosidad, de los prodigios de cierta intervención quirúrgica. Con Bernardo Laris hablamos de de su ciudad natal, Zamora, “tierra de cristeros”. Desde lejos intercambié gestos fraternales con Gustavo Ricalde Durán. Me acerqué a saludar al doctor Antonio Laviada Arrigunaga a quien le debo, entre otras tantas cosas, un hermoso libro sobre ética médica que contiene una dedicatoria que en mucho me honra.  El Lic. Nerio Torres Arcila se acercó a saludarnos, lo felicitamos por sus éxitos y Fernando le dijo: “¿Tu fuiste el autor intelectual?” Le comenté equivocadamente al poeta Espejo Méndez que el secretario de Gobernación, quien vino en representación del presidente de la República, se llamaba como el autor de “Nocturno a Rosario”. Fui corregido públicamente, el señor ministro es Francisco Ramírez Acuña.  El discurso del gobernador expuso  los datos sólidos y muy dignos en educación, campo que va precedido de un suceso histórico: con Carme Zita Solís Robleda volvió la educación ala Secretaría de Educación Pública; los laboreos en  infraestructura carretera; los desarrollos de Altabrisa y de Ciudad Caucel que vienen a cambiarle el rostro a la ciudad; la seguridad de que gozamos considerando el momento histórico de México parece irreal- no se dirá que yo soy un valedor de don Javier Medina Torre pero no puede regateársele el trabajo realizado que goza de reconocimiento nacional-. Se combatió la desnutrición infantil que tanto nos laceraba; se obtuvieron logros significativos en el lucha contra  la pobreza extrema y la pobreza alimentaria, capítulos en los  que Yucatán estaba en posiciones críticas. Falta mucho por hacer en este campo, pero este gobierno cobrará un sitio en la historia por haber en asumido con determinación la lucha contra la pobreza y el haber revertido las cifras. Algo nos debe quedar claro: la sociedad y el gobierno, al margen de los programas federales, tienen que unirse para fundar un instituto que combata con una estrategia bien trazada la pobreza  en nuestro pueblo. Con determinación don Patricio anunció que el Hospital Regional de Alta Especialidad se entregará antes de terminar su gobierno. Existe un texto estremecedor de Susan Sontang, “La Enfermedad como Metafóra”. ¡Qué no se convierta esta obra en una metáfora política! El hospital es la esperanza para miles de familias yucatecas azotadas por el dolor de padecimientos que requieren de mejores niveles de atención.  A pesar del cumplimiento de los objetivos, el texto y la voz de don Patricio traslucían el “tono gris” del que hablaba Pedro Henríquez Ureña al aludir a la poesía mexicana. Ni los prolongados aplausos, a la cabeza de los cuales estuvo el que se le ofreció a su esposa, cambiaron la melancolía que se percibía.  Ni los “¡bravos!” que lanzaba Fernando parecían transformar el aire que envolvía la voz y la espigada figura del señor Patrón Laviada. Por cierto que Fernando me preguntó sobre el escudo de Yucatán “¿Qué escudo es ese? Ya no hay venados ni henequén. Los jóvenes y niños se preguntarán qué eso”. Trate de exponer lo representativo de la imagen pero no creo haber logrado mucho. Dada mi desliz con el nombre del secretario de Gobernación tengo que ser cauteloso: la diputada Cruz Nucamendy citó a Chesterton dándole la categoría de filósofo. El escritor británico que ha consagrado la historia de la literatura universal era cuentista y humorista, dueño de una prosa espléndida. Pero quizás doña Magaly aluda a un homónimo menos conocido y consagrado a la filosofía. Martiniano Alcocer Álvarez calificó las palabras de la señora Cruz Nucamendy como una homilía a la que le faltó el “podemos ir en paz”, final que no esperaron don Emilio Berlié y don Joaquín Vázaquez quienes salieron con prisas del recinto antes de que la ceremonia terminara.