Le presentamos a continuación una serie de artículos que describen la historia, evolución y características de las casas y de los fraccionamientos Mérida, Yucatán.

LAS CASAS DE MÉRIDA

Casas y fraccionamientos de Mérida

Casa de Francisco de Montejo, fundador de la ciudad.

Durante la Colonia, Mérida, concentrada en lo que hoy llamamos Centro Histórico, se ajustó a un conjunto de principios para la construcción de las casas: construcciones de mampostería, fachadas austeras, ventanas verticales con barrotes de madera, dinteles de piedra, crujías alineadas ya sea horizontal o verticalmente a la calle y comunicadas unas con otras, patios centrales y traspatios; influencia de la sobriedad franciscana, dicen algunos; lo cierto es que el paréntesis histórico que significó la Colonia queda exhibido en la ciudad. Muchos de sus vestigios se niegan a desaparecer frente la incuria de las generaciones que han sido, y son, incapaces de verse a sí mismas. Y es que este estilo no terminó en 1810 sino que prevaleció hasta finales del siglo XIX.

La modernidad arquitectónica aparecía en Europa como resultado de la Revolución Industrial: era necesario dotar de viviendas a los nuevos habitantes de los centros urbanos que se industrializaban, lo que implicó toda una nueva corriente en la concepción de la casa habitación. El mundo evolucionaba a una economía de mercado, pero Yucatán, como el resto de México, parecía aferrarse a modelos medievales de producción que acumulaban la riqueza en una cuantas manos, y al hacerlo propiciaban el festín del lujo y la excentricidad. De esto, también, dan testimonio inobjetable las casas de la ciudad de Mérida. Sin embargo es imprescindible precisarlo, en 1900 había más casas que familias en Mérida.

París era la gran capital que exportaba ideas y modas, y de París llegaban estilos, planos arquitectónicos, materiales de construcción, muebles y enseres para la nueva época que se reflejaba en Mérida, capital del estado que producía el principal efecto de exportación del país: el henequén. Medallones, guirnaldas, pebeteros, imitaciones de mansardas, herrería profusa en balcones y rejas, nos siguen atrayendo y tratamos de imitarlas a más de cien años de haber aparecido en la ciudad. El aliento de esta época prosigue hasta nuestros días, la ornamentación profusa de las fachadas con arcos, a menudo malas falsificaciones, aparecen por distintos rumbos de la ciudad. Ya se sabe: por aquellos años Mérida tuvo una fiebre de construcciones y remodelaciones en edificios públicos y privados, así como en casas habitación, quizás no igualada hasta la fecha.

Casas y fraccionamientos de Mérida

Palacio Cantón (afrancesamiento)

El centro de la ciudad, el Paseo de Montejo, la calles 60 y las quintas de recreo en lo que en aquel entonces era las afueras de la ciudad, nos hablan de esos años. La Revolución dejó su huella en la ciudad con el estilo neocolonial que quiso volver los ojos a nuestro “legítimo pasado”; también surgió el estilo “regional yucateco” y el “neomaya”, ambos en la tónica de la reafirmaciones de los valores nacionales, y locales, parte del ideario de la Revolución que se hacía gobierno. los nuevos neostilos, como otro contemporáneo suyo: el “art decó”, aparecieron en la vivienda popular. En la calle 48, a un costado de la Estación Central del Ferrocarril, podrán apreciarse en la actualidad un conjunto de viviendas populares edificadas al estilo “art decó” hoy calificado como popular.

Fue a mediados de la década de los cuarentas cuando el movimiento llamado “modernista” apareció en Mérida; este movimiento también llamado racionalista se aleja de lo colonial y del eclecticismo francés y propone cambios en las técnicas de construcción, en los espacios y las formas. Se le ve con claridad en la Colonia México y por otros rumbos del norte de la ciudad. El modernismo fue en sí una corriente internacional pero a nosotros nos llega, básicamente, de los Estados Unidos. En Mérida el apogeo del modernismo se vive en las décadas de los cincuentas y los setentas, es decir para nosotros empieza en la posguerra, cuando los mismos gobiernos de la Revolución Mexicana, desde el período del presidente Miguel Alemán Valdez, adoptan una nueva visión sobre la sociedad norteamericana, más cercana, más digna de ser imitada. Los Estados Unidos, después de la guerra, se revelan al mundo como un modelo triunfador, como una sociedad moderna y vigorosa que influye y determina en el futuro de la humanidad. A pesar de eso no fue fácil que el modernismo entrará en la sociedad meridana cuyos patrones estéticos se habían encontrado francamente vinculados a lo francés y a lo neocolonial, es decir al pasado.

Finalmente la obra de algunos arquitectos que estudiaron en México o en los Estados Unidos dejó su testimonio en la ciudad. En los ochentas y noventas el postmodernismo se hizo presente en la ciudad dejando atrás lo que años antes era moderno y dando lugar a lo que algunos llaman “arquitectura de disneylandia”, esto implicó un abandono del racionalismo dándose paso el uso de toda clase de estilos al mismo tiempo, materiales y concepciones espaciales que a menudo ignoran no solo el tiempo sino el lugar mismo donde se levantan. Se abortó la corriente modernista yucateca que, en mucho, fue impulsada por el Arqto. Félix Mier y Terán y que prometía evoluciones ulteriores. Mérida observó un dinámico crecimiento a partir del año de 1970 y en esa década y la siguiente existió una verdadera explosión en la construcción de “viviendas en serie” que de alguna manera también han contribuido a dar su testimonio.

VIVIENDA RESIDENCIAL, VIVIENDA MEDIA Y VIVIENDA POPULAR

En las casas se da a efecto la vida de los seres humanos, en todo caso no solo la privada sino la más genuina. Sin embargo es conveniente tener presente la división apuntada, que marcando diferencias económicas, sociales y culturales, le permite al primer grupo construir sus viviendas con más libertad, siendo que el segundo y el tercero se ajustan más a lo que se puede que a lo que se quiere o se pretende. El asunto va más allá en los casos de la vivienda popular: se toma lo que se ofrece, desde luego que esto no implica el que el usuario, al paso del tiempo, realice algunas modificaciones más que nada en los aspectos ornamentales y en el aprovechamiento de algunos espacios; el caso más claro puede encontrarse en las cocheras. El automóvil se exige en la actualidad como una herramienta indispensable para la vida cotidiana, de ahí el que sea una legítima aspiración de cualquiera miembro productivo de la sociedad; pero resulta que a menudo los habitantes de colonias populares adquieren, al paso del tiempo, dos autos: uno para el señor y otro para la señora que también trabaja, cuando no hay uno más de algún hijo que también ha requerido de un vehículo para la realización de sus funciones diarias; evidentemente la vivienda popular no considera esta situación por lo que el usuario tiene que encontrar la forma de resolverla. Problema similar está significando la omnipresencia de las computadoras: no existe un espacio para ubicarlas, si se sitúan en el comedor trastorna la dinámica de la familia y si se le coloca en una recámara se dificulta el uso colectivo al que está destinada. Finalmente la vivienda media y la popular se ven influenciadas por la vivienda residencial: la razón es comprensible es ésta última la que impone la presunta moda sin mayores dificultades: la exhibe en las calles.

PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

Casas y fraccionamientos de Mérida

Parque de las américas

El Centro Histórico siguió siendo en las primeras décadas del siglo XX zona residencial y en él podemos encontrar abundantes muestras del afrancesamiento. El primer fraccionamiento que se hizo fue “Chuminópolis”, lo promovió Don Domingo Sosa, de ahí el nombre, a finales del siglo XIX y planteó varias novedades históricas: las primeras casas tipo “chalet” eran de madera con techos de dos aguas y se importaban de los Estados Unidos y eran armadas en los terrenos que iban a ocupar; algunas casas de “Chuminópolis” se situaban al centro de los terrenos y otras se alineaban a la calle; esta nueva distribución, infrecuente en el centro de la ciudad, apareció también en tres fraccionamientos posteriores: Jesús Carranza, San Cosme (hoy García Ginerés) y el Reparto Dolores Patrón. Basta recorrer sus calles para apreciar la calidad espacial y sus ostensibles diferencias con los fraccionamientos de los últimos años . La colonia Jesús Carranza, cercana al Paseo de Montejo, fue creada en tiempos del Gral. Alvarado quien pretendía dotar a los trabajadores ferrocarrileros de viviendas dignas. Desde luego que su concepción siguió, fundamentalmente, los patrones prevalecientes en el centro de la ciudad. El antiguo San Cosme refleja en la actualidad gran parte de la historia arquitectónica de la ciudad, va desde lo ecléctico francés hasta el postmodernismo, pasando por lo neocolonial, el “art decó”, el “neo maya” y el funcionalismo moderno; vemos desde los grandes volúmenes, los amplios corredores con arcos y los ventanales verticales de filiación ecléctica francesa, hasta los paños de cristal horizontales y simplificación del funcionalismo de los años cincuenta. La zona posee un encanto especial con sus calles anchas y arboladas, su equipamiento con el parque de Las Américas de cuatro manzanas y, por añadidura, su baja densidad poblacional. Caso especial es el del Reparto Dolores Patrón que fue inaugurado en 1928 por el entonces gobernador, Don Álvaro Torre Díaz. El Reparto Dolores Patrón fue concebido como un desarrollo de vivienda popular y es, hasta la fecha, uno de los más interesantes que se han hecho en la ciudad, por la calidad de los espacios públicos y las dimensiones de los lotes, lo que permitía que las viviendas se despegarán de las colindancias y posibilitaban ampliaciones posteriores, más allá de las dos crujías con dos habitaciones cada una, desde luego que los estilos arquitectónicos estaban vinculados a lo neocolonial y al “art decó”, ambos con fuerte presencia en aquellos años.

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