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En Roma se funda nuestra civilización. En la Ciudad Eterna se encuentra el helenismo con el cristianismo y nace nuestra cultura. Pero México hace su aportación a la cocina romana con el tomate, il pomodoro, indispensable para muchos platos, pero en especial para la pizza que ha conquistado todo el mundo.De eso da cuenta el restaurante Bella Roma, ubicado en el nuevo fraccionamiento Las Américas. En el momento que usted entra recibe el aviso: está en un ambiente italiano. Los manteles a cuadros rojos, las paredes y mural que permite apreciar la cúpula de San Pedro y el Coliseo ejercen con eficiencia su labor. El restaurante es propiedad de una vasta familia italiana que lo atiende personalmente, señores, jóvenes y hasta niños están atentos a las mesas. La carta es congruente: ofrece , entre otras, una llamada Trastevere en honor del legendario barrio de Roma que se encuentra al otro lado del Tíber. Sin embargo opté por una común Bruschetta, que son pedazos de pan, horneado en un horno especial llamado brustolina, con tomate, ajo y aceite de oliva. Mi sorpresa fue que las Bruschettas con tomate cherry lo que le daban un particular sabor afrutado. La casa ofrece como antipasto una pequeña canasta de pedazos de pan tipo focaccia y un cazo de barro con aceitunas negras, rebanadas de naranjas dulces, limón y aceite de oliva. Este parece ser un toque siciliano. Al anfitrión, que habla bien el español, le pregunté por la especialidad de la casa, sin reparos me dio su respuesta: “Ravioli Rellenos” ($105.). Marco Polo tras su visita a China llevó la pasta a Roma, donde se volvió un emblema nacional. El ravioli-plural de reviolo, que es como decir plegado- no fue la excepción, en china se les llamaba jeaozi. Los Ravioli Rellenos de esa noche lo estaba de espinaca y queso. Para mi gusto la pasta estaba un tanto dura, pero la salsa era una obra de arte. En un momento dado de la noche distintos miembros de la familia cantan, crenado un ambiente único en la ciudad. Se oye desde la versión italiana de “Azul, pintado de Azul..”, pasando por “Maldita Primavera” llegando a “Santa Lucía”, todo en italiano. No podían faltar las alegres Tarantelas y el Papa Americano, que crean clima especialísimo. En el momento que degustaba la salsa de mis ravioli el anfitrión en compañía de una joven soprano de Mérida cantaron el “Con te Partrio” que interpreta Andre Bochelli. Se ha creado en mi una suerte de sinestesia entre la canción y la salsa de queso y espinacas: las dos me parecen fascinantes. La carta ofrece una Lasgna al Ragú $105) que me hubiera interesado probar. El ragú , frecuente en la cocina italiana, es un salsa a base de los jugos de varias carnes que se especia y se le adhiere tomate. También se propone un Spaghetti Bolognesa con Ragú ($85), que me hubiera permitido el disfrutar de la legendaria salsa. Optamos por una Pizza Bella Roma ($85), a base de tomate, queso my mozzarella, champiñones y chorizo italiano. Las pastas, incluida la de pizzas, son elaboración de la casa. La pizas es muy antigua, los griegos , inventores del pan plano, ya comían con especias y queso. Virgilio nos habla de un pan con queso fundido, dátiles y especias. Sin embargo como hoy la conocemos data del siglo XVII , cuando los italianos ya usaban el tomate. El borde del pan, que debe elevarse y cambiar de consistencia, en este caso , estuvo , por momentos, más tostado de lo recomendable. Se festejaban dos cumpleaños que recibieron el homenaje de la casa: en una escultura de la Plaza de San Pedro con todo y las columnatas de Bernini,pero supliendo el obelisco con un pequeño pastel que propiciaba el cantó del Cumpleaños Feliz pero en italiano. De postre pedimos Tiramisú ($45) que, en adición a que era fiel a la receta original, estaba delicioso. Tras degustar un Montepullciano ($ 55 copa), como licor de sobremesa pedí un Mandarinelo ($35). Como fin de fiesta, parte de la gran familia canta una vieja canción romana, en el dialecto de la vieja ciudad, que habla de las costumbres de los romanos. La canción es tan alegre que me tomé de un sorbo el licor de mandarina, que no resultaba tan inofensivo como lo intuí.

Ristorante Bella Roma, Mérida