En una novela histórica de don Eligio Ancona Castillo se describen las callejuelas del colonial barrio de San Sebastián. El suburbio se encuentra presidido por el templo puesto bajo la advocación de la Nuestra Señora de la Asunción. Originalmente se trataba de un templo pequeño y sumamente modesto; posteriormente con los donativos de varios vecinos el templo pudo reconstruirse. Finalmente fue en 1906 cuando se le hace una ampliación que trasforma el antiguo templo. La prime construcción se concluyó los tiempos en que gobernaba Yucatán don Arturo O´Neill y O´Kelly. En torno a San Sebastián existe una leyenda hoy muy poco difundida: Un acaudalado y caritativo vecino de la ciudad en el siglo XVIII lo era don Juan Esteban Quijano. Un día don Juan fue notificado de que una señora solicitaba ser recibida. El señor Quijano accedió a recibirla y al hacerlo se llevó una gran impresión: Aun cuando la señora estaba ataviada de manera pobre existía en ella una belleza y una dignidad extraordinaria. La señora expuso el motivo de su visita: Sabiendo que don Juan era un hombre muy caritativo le solicitaba la reconstrucción de su choza que apenas la cubría del sol y de la lluvia; la señora también le expuso al señor Quijano que sus vecinos eran gente muy pobre e infelices y que no podía auxiliarla. La señora al implorar le anticipo al don Juan Esteban que el beneficio que le hiciese Dios se lo recompensaría. Don Juan preguntó sobre las señas de la casa y la señora dio la referencia del suroeste de San Sebastián. El caballero demandó una señal para identificar la humilde morada de la señora y ella le respondió que la descubriría por un rayo de sol. Cuan don Juan Esteban visitó San Sebastián ubicó la humilde capilla como la referencia dada por la señora y al entrar un rayo de sol iluminaba el rostro de una virgen que era el rostro de la señora que él había recibido. Así pues Nuestra Señora de San Sebastián, es, quizás, la Virgen por excelencia de Yucatán.